martes, 30 de septiembre de 2014

Para seguir a Jesús

          

San Lucas 9,57-62

«Mientras iban de camino, un hombre le dijo a Jesús: 
—Señor, deseo seguirte a dondequiera que vayas. 
Jesús le contestó: 
—Las zorras tienen cuevas y las aves tienen nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza. 
Jesús le dijo a otro: 
—Sígueme. 
Pero él respondió: 
—Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre. 
Jesús le contestó: 
—Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve y anuncia el reino de Dios. 
Otro le dijo: 
—Señor, quiero seguirte, pero primero déjame ir a despedirme de los de mi casa. 
Jesús le contestó: 
—El que pone la mano en el arado y sigue mirando atrás, no sirve para el reino de Dios.»
Palabra del Señor 
Gloria a Ti, Señor Jesús 

a) Hoy leemos tres breves episodios de "vocación" a su seguimiento, con situaciones diferentes y respuestas que parecen paradójicas por parte de Jesús.

A uno que le quería seguir, Jesús le advierte que no tiene ni dónde reclinar la cabeza: menos que los pájaros y las zorras, que tienen su nido o su madriguera. A otro le llama él, y no le acepta la excusa dilatoria de que tiene que enterrar a su padre: "deja que los muertos entierren a sus muertos". Al que le pide permiso para despedirse de su familia, le urge a que deje el asunto así, porque sería como el que pone la mano en el arado y sigue mirando atrás.

b) Las respuestas no se deben tomar al pie de la letra, sino como una manera expresiva de acentuar la radicalidad del seguimiento que pide Jesús, y su urgencia, porque hay mucho trabajo y no nos podemos entretener en cosas secundarias.

Con su primera respuesta, nos dice que su seguimiento no nos va a permitir "instalarnos" cómodamente. Jesús está de camino. Como Abrahán desde que salió de su tierra de Ur y peregrinó por tierras extrañas cumpliendo los planes de Dios.

Con la segunda, Jesús no desautoriza la buena obra de enterrar a los muertos. Recordemos el libro de Tobías, en que aparece como una de las obras más meritorias que hacía el buen hombre. A Jesús mismo le enterraron, igual que hicieron luego con el primer mártir Esteban. Lo que nos dice es que no podemos dar largas a nuestro seguimiento. El trabajo apremia. Sobre todo si la petición de enterrar al padre se interpreta como una promesa de seguirle una vez que hayan muerto los padres. El evangelio pone como modelos a los primeros apóstoles, que, "dejándolo todo, le siguieron".

Lo mismo nos enseña con lo de "no despedirse de la familia". No está suprimiendo el cuarto mandamiento. Es cuestión de prioridades. Cuando el discípulo Eliseo le pidió lo mismo al profeta Elías, éste se lo permitió (I R 19). Jesús es más radical: sus seguidores no tienen que mirar atrás. Incluso hay que saber renunciar a los lazos de la familia si lo pide la misión evangelizadora, como hacen tantos cristianos cuando se sienten llamados a la vocación ministerial o religiosa, y tantos misioneros, también laicos, que deciden trabajar por Cristo dejando todo lo demás.

Sin dejarnos distraer ni por los bienes materiales ni por la familia ni por los muertos. La fe y su testimonio son valores absolutos. Todos los demás, relativos.

c) Señor, hoy quiero renovar mi deseo de seguirte y responder generosamente al llamado que me has hecho. No permitas que mis excusas comprometan mi entrega. 

Te pido también por las vocaciones sacerdotales, religiosas y laicales para que escuchando tu llamado, respondan sin retrasos ni egoísmos al llamado que a todos nos haces para la santidad, la ayuda a los demás y al servicio de tu Reino.

Gracias Buen Señor por este espacio de encuentro contigo. Ayúdame para que lo aprendido al reflexionar en tu palabra me ayude a seguir adelante en mi vida cristiana, sin volver la mirada atrás, sino que por el contrario con el horizonte fijo en Ti. Amén.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Jesús reprende a Santiago y a Juan


San Lucas 9,51-56


«Cuando ya se acercaba el tiempo en que Jesús había de subir al cielo, emprendió con valor su viaje a Jerusalén. Envió por delante mensajeros, que fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento; pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque se daban cuenta de que se dirigía a Jerusalén. 

Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: 

—Señor, ¿quieres que ordenemos que baje fuego del cielo, y que acabe con ellos? 

Pero Jesús se volvió y los reprendió. Luego se fueron a otra aldea.»

Palabra del Señor

Gloria a Ti, Señor Jesús


a) Los estudiosos afirman que en este pasaje empieza toda una larga sección, propia de Lucas, a la que llaman "el viaje a Jerusalén". En Lc 9,51 se nos dice que "Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén", y este largo viaje durará diez capítulos del evangelio, hasta Lc 18,14.


Ha llegado para Jesús la hora "de ser llevado al cielo". Ha terminado su predicación en Galilea, y todo va a ser desde ahora "subida" a Jerusalén, o sea, hacia los grandes acontecimientos de su muerte y resurrección. De paso va a ir adoctrinando a sus discípulos sobre cómo tiene que ser su seguimiento.


El primer episodio en el camino les pasa cuando tienen que atravesar territorio samaritano y no les reciben bien (porque los samaritanos no pueden ver a los judíos, sobre todo si van a Jerusalén). La reacción de Santiago y Juan es drástica: ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos? Se repite la reacción del profeta Elías, que hace bajar fuego del cielo contra los sacerdotes del dios Baal. Jesús, una vez más, les tiene que corregir, y duramente: "no saben a qué espíritu pertenecen".


b) Una primera interpelación de este pasaje es, para nosotros, la decisión con que Jesús se dirige a cumplir la misión para la que ha venido. Sabe cuál es su camino y se dispone con generosidad a seguirlo, a pesar de que le llevará a la cruz.


¿Somos conscientes de dónde venimos y a dónde vamos, en nuestra vida? Nuestro seguimiento de Cristo ¿es tan lúcido y decidido, a pesar de que ya nos dijo que habremos de tomar la cruz cada día e ir detrás de él?


También podemos dejarnos interrogar sobre nuestra reacción cuando algo nos sale mal, cuando experimentamos el rechazo por parte de alguien: ¿somos tan violentos como los "hijos del trueno", Santiago y Juan, que nada menos que quieren que baje un rayo del cielo y fulmine a los que no les han querido dar hospedaje? ¿reaccionamos así cuando alguien no nos hace caso o nos lleva la contra? La violencia no puede ser nuestra respuesta al mal.


Jesús es mucho más tolerante. No quiere -según la parábola que él mismo les contó- arrancar ya la cizaña porque se haya atrevido a mezclarse con el trigo. El juicio lo deja para más tarde. De momento, "se marcharon a otra aldea". Como hacía Pablo, cuando le rechazaban en la sinagoga y se iba a los paganos, o cuando le apaleaban en una ciudad y se marchaba a otra.


Si aquí no nos escuchan, vamos a otra parte y seguiremos evangelizando, allá donde podamos. Sin impaciencias. Sin ánimo justiciero ni fiscalizador. Sin dejarnos hundir por un fracaso. Evangelizando, no condenando: "porque el Hijo del Hombre no ha venido a perder, sino a salvar".


c) Señor, quiero que me concedas la gracia de emprender con determinación el camino de imitarte y seguirte también con la cruz y la renuncia a mis comodidades y caprichos. 


No permites que el camino de mi vida me deje dominar por el deseo de venganza ante quienes me rechacen. Quiero seguir tu ejemplo de amar y perdonar a todos. Amén 


jueves, 25 de septiembre de 2014

La confesión de Pedro


San Lucas 9,18-20


«Un día en que Jesús estaba orando solo, y sus discípulos estaban con él, les preguntó: 

—¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos contestaron: 

—Algunos dicen que eres Juan el Bautista, otros dicen que eres Elías, y otros dicen que eres uno de los antiguos profetas, que ha resucitado. 

—Y ustedes, ¿quién dicen que soy? —les preguntó. 

Y Pedro le respondió: 

—Eres el Mesías de Dios.»

Palabra del Señor, 

Gloria a Ti, Señor


a) Ayer el interesado por saber quién era Jesús fue Herodes. Hoy la pregunta se la hace Jesús mismo a los suyos.


Primero, "¿quién dice la gente que soy yo?". La respuesta es la misma de ayer: Elías, o Juan, o un profeta. Pero en seguida Jesús les interpela directamente: "y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". La respuesta viene de labios de Pedro, el más decidido del grupo: "El Mesías de Dios".


Mesías es palabra hebrea. En griego se dice Christós. En castellano, Ungido. Jesús es el Ungido de Dios, o sea, aquél sobre quien Dios ha enviado su Espíritu, ungiéndole con su fuerza, para que lleve a cabo una misión.


El breve diálogo termina con el anuncio de su muerte y resurrección, aunque aquí Lucas no nos diga qué clase de reacción hubo en los apóstoles ante este anuncio tan inesperado.


Esta vez Jesús se da a sí mismo el nombre de "Hijo del Hombre", que viene de aquella visión de Daniel. Este profeta, delante del Anciano sentado en el trono, rodeado por una multitud de ángeles, vio venir "entre las nubes del cielo como un Hijo de Hombre" (Dn 7, l 3), uno con apariencia de hombre, pero que claramente supera esta condición, porque Dios le da todo poder e imperio para siempre.


b) La pregunta se nos repite periódicamente a nosotros, y no es superflua: ¿quién es Jesús para nosotros? Claro que "sabemos" ya quién es Jesús. No sólo creemos en él como el Hijo de Dios y Salvador de la humanidad, sino que le queremos seguir con fidelidad en la vida de cada día.


Pero tenemos que refrescar con frecuencia esta convicción, pensando si de veras nuestra vida está orientada hacia él, si le aceptamos, no sólo en lo que tiene de maestro y médico milagroso, sino también como el Mesías que va a la cruz, que es lo que él añade a la confesión de Pedro. Esto último es lo que más les costaba a los apóstoles aceptar en su seguimiento de Jesús, porque el mesianismo que ellos tenían en la cabeza era más bien triunfalista y sociopolítico.


¿Quién es Jesús para mi ahora, en esta etapa concreta de la vida que estoy viviendo?


Porque puede haber una evolución en mi comprensión de la figura de Jesús. A no ser que me haya hecho una imagen a mi medida, con selección de aspectos del evangelio, en vez del Jesús auténtico, con la cruz incluida. 


La pregunta puede completarse en dirección a nuestro apostolado con los demás: en la catequesis, en la predicación, en la reflexión teológica, ¿a qué Jesús anuncio yo? ¿al Jesús del evangelio, o al que nos "gusta" porque lo presentamos más cómodo y según la tendencia ideológica de turno? La Buena Noticia no nos la inventamos. Nos viene de Cristo, consoladora y exigente al mismo tiempo.


c) Señor Jesús, hoy quiero renovar y confesar mi fe en ti, como el Mesías Salvador. Quiero seguirte también con la cruz hasta llegar a la gloria. 


Purifica mis labios para que pueda confesar tu nombre en medio de un mundo autosuficiente, y que la alegría de vivir contigo sea motivo para que los hombres te reconozcan como el Mesías, salvador del mundo. Amén 



Incertidumbre de Herodes


San Lucas 9,7-9


El rey Herodes oyó hablar de todo lo que sucedía; y no sabía qué pensar, porque unos decían que Juan había resucitado, otros decían que había aparecido el profeta Elías, y otros decían que era alguno de los antiguos profetas, que había resucitado. Pero Herodes dijo: —Yo mismo mandé que le cortaran la cabeza a Juan. ¿Quién será entonces este, de quien oigo contar tantas cosas? Por eso Herodes procuraba ver a Jesús. 

Palabra del Señor 

Gloria a Ti, Señor Jesús 


a) La fama de Jesús se extiende y llega a oídos de Herodes Antipas, tetrarca de Galilea y Perea, el asesino de Juan el Bautista.


Este Herodes era hijo de Herodes el Grande, el de los inocentes de Belén. Su actitud parece muy superficial, de mera curiosidad. Está perplejo, porque ha oído que algunos consideran que Jesús es Juan resucitado, al que él había mandado decapitar.


Este Herodes es el que más tarde dice Lucas que amenaza con deshacerse de Jesús y recibe de éste una dura respuesta: "Vayan a decir a ese zorro..." (Lc 13, 31). En la pasión, Jesús, que había contestado a Pilato, no quiso, por el contrario, decir ni una palabra en presencia de Herodes, que seguía deseando verle, por las cosas que oía de él "y esperaba presenciar alguna señal o milagro" (Lc 23,8-12).


b) Ante Jesús siempre ha habido reacciones diversas, más o menos superficiales.


Entonces unos creían que era Elías, que ya se había anunciado que volvería (Jesús afirmó claramente que este anuncio de Malaquías 3,23 se había cumplido con la venida del Bautista, su Precursor). Otros, que había resucitado Juan o alguno de los antiguos profetas. Por parte de Herodes, el interés se debe a su deseo por presenciar algo espectacular. Otros reaccionaron totalmente en contra, con decidida voluntad de eliminarlo.


En el mundo de hoy, por parte de algunos, también hay curiosidad y poco más. Si lo vieran por la calle, le pedirían un autógrafo, pero no se interesarían por su mensaje. Otros buscan lo maravilloso y milagrero, cosa que no gustaba nada a Jesús: "esta generación malvada pide señales". Para otros, Jesús ni existe. Otros le consideran un "superstar", o un gran hombre, o un admirable maestro. Otros se oponen radicalmente a su mensaje, como pasó entonces y ha seguido sucediendo durante dos mil años. Abunda la literatura sobre Jesús, que siempre ha sido una figura apasionante. Una literatura que en muchos casos es morbosa y comercial.


Sólo los que se acercan a él con fe y sencillez de corazón logran entender poco a poco su identidad como enviado de Dios y su misión salvadora. Nosotros somos de éstos. Pero ¿ayudamos también a otros a enterarse de toda la riqueza de Jesús? Son muchas las personas, jóvenes y mayores, que también en nuestra generación "desean ver a Jesús", aunque a veces no se den cuenta a quién están buscando en verdad. Nosotros deberíamos dar testimonio, con nuestra vida y nuestra palabra oportuna, de que Jesús es la respuesta plena de Dios a todas nuestras búsquedas.


c) Señor Jesus, no me mueve la curiosidad en buscarte y conocerte. Ilumina mi mente y despierta en mí el deseo de buscarte y contemplarte como mi Salvador. 


Señor Jesús, libra nuestro corazón de todo mal deseo, purifica nuestra inteligencia de todo pensamiento malo, fortalece nuestra voluntad para amarte a ti sobre todas las cosas y servir a los hombres en sus necesidades para que así el mundo sea un hogar de paz para todos. Amén 



martes, 23 de septiembre de 2014

Jesús envía a sus discípulos


San Lucas 9,1-6


«Jesús reunió a sus doce discípulos, y les dio poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios y para curar enfermedades. Los envió a anunciar el reino de Dios y a sanar a los enfermos. Les dijo: 

—No lleven nada para el camino: ni bastón, ni bolsa, ni pan, ni dinero, ni ropa de repuesto. En cualquier casa donde lleguen, quédense hasta que se vayan del lugar. Y si en algún pueblo no los quieren recibir, salgan de él y sacúdanse el polvo de los pies, para que les sirva a ellos de advertencia. 

Salieron ellos, pues, y fueron por todas las aldeas, anunciando la buena noticia y sanando enfermos.»

Palabra del Señor 

Gloria a Ti, Señor Jesús 


a) Jesús ya había elegido a los doce apóstoles. Ahora les envía con poder y autoridad a una primera misión evangelizadora. Lo que les encarga en concreto es que liberen a los poseídos por los demonios, que curen a los enfermos y que proclamen el Reino de Dios.


Para este viaje misionero, les encomienda un estilo de actuación que se ha llamado "la pobreza evangélica", sin demasiadas provisiones para el camino. Les avisa, además, que en algunos lugares los acogerán bien y en otros, no. Sacudirse el polvo de los pies era una expresión que quería significar la ruptura con los que no querían oír la Buena Noticia: de modo que no se llevaran de allá ni siquiera un poco de tierra en sus sandalias.


b) Ésta es la doble misión que Jesús encomendó a la Iglesia: por una parte, anunciar el evangelio y, por otra, curar a los enfermos y liberarlos de sus males también físicos y psíquicos.


Exactamente lo que hacía Jesús: que iluminaba con su palabra a sus oyentes, y a la vez les multiplicaba el pan o les curaba de sus parálisis o les libraba de los demonios o incluso les resucitaba de la muerte. El binomio "predicar-curar" se repite continuamente en el evangelio y ahora en la vida de la Iglesia. Se puede decir que durante dos mil años se está cumpliendo la última afirmación del evangelio de hoy: "ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes". ¡Cuánto bien corporal y social ha hecho la comunidad cristiana, además del espiritual, sacramental y evangelizador!


También deberíamos revisar como comunidad y cada uno personalmente el desprendimiento que Jesús exige de los suyos. Los misioneros -la Iglesia- deben ser libres interiormente, sin demasiado bagaje. No deben buscarse a sí mismos, sino dar ejemplo de desapego económico, no fiarse tanto de las provisiones o de los medios técnicos, sino de la fuerza intrínseca de la Palabra que proclaman y del "poder y autoridad" que Jesús les sigue comunicando para liberar a este mundo de todos sus males y anunciarle la noticia de la salvación de Dios.


No trabajamos a nuestro estilo, sino según las consignas de Jesús. Porque no somos nosotros los que salvamos al mundo: sólo somos conductores -es de esperar que buenos conductores- de la fuerza salvadora del Resucitado y de su Espíritu.


c) Señor, quiero ponerme en camino para predicar tu Reino con mi testimonio de vida. Pongo en tus manos mi intención y te pido que me concedas un corazón generoso y seguro de su misión, para la cual sólo necesito de tu gracia. 


Señor, el mundo necesita apóstoles santos. Confío en que me ayudes a pasar mi vida haciendo el bien, pensando bien, hablando bien y dando no sólo lo que tengo, sino sobre todo, lo que soy, con sencillez y generosidad. Amén 



lunes, 22 de septiembre de 2014

La madre y los hermanos de Jesús


San Lucas 8,19-21


«La madre y los hermanos de Jesús se presentaron donde él estaba, pero no pudieron acercarse a él porque había mucha gente. Alguien avisó a Jesús: 

—Tu madre y tus hermanos están ahí fuera, y quieren verte. 

Él contestó: 

—Los que oyen el mensaje de Dios y lo ponen en práctica, ésos son mi madre y mis hermanos.»

Palabra del Señor 

Gloria a Ti, Señor Jesús 


a) Entre los muchos que seguían a Jesús, hoy aparecen también "su madre y sus hermanos", o sea, María su madre y los parientes de Nazaret, que en lengua hebrea se designan indistintamente con el nombre de "hermanos".


¿A qué vinieron? Lucas no nos lo dice. Marcos, en una situación paralela, interpreta la escena como que los familiares, asustados por lo que se decía de Jesús y las reacciones contrarias que hacían peligrar su vida, venían a llevárselo, porque decían que "estaba fuera de sí" (Mc 3,20-21). Lucas no le da esa lectura. Podían venir sencillamente a saludarle, a hacer acto de presencia junto a su pariente tan famoso, a alegrarse con él y a preocuparse de si necesitaba algo.


Jesús aprovecha la ocasión para decir cuál es su nuevo concepto de familia o de comunidad: "mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra". No niega el concepto de familia, pero sí lo amplía, dando prioridad a los lazos de fe por encima de la sangre. 


b) La nueva comunidad de Jesús no va a tener como criterio básico la pertenencia a la misma raza o familia de sangre, sino la fe.


Ciertamente en el pasaje de Lucas no podrá entenderse esto como una desautorización de su madre, porque el mismo evangelista la ha puesto ya antes como modelo de creyente: "hágase en mí según tu palabra". Al contrario: es una alabanza a su madre, en la que Jesús destaca, no tanto su maternidad biológica, sino su cercanía de fe. Su prima Isabel la retrató bien: "dichosa tú, porque has creído".


Nosotros pertenecemos a la familia de Jesús según este nueva clave: escuchamos la Palabra y hacemos lo posible por ponerla en práctica. Muchos, además, que hemos hecho profesión religiosa o hemos sido ordenados como ministros, hemos renunciado de alguna manera a nuestra familia o a formar una propia, para estar más disponibles en favor de esa otra gran comunidad de fe que se congrega en torno a Cristo. Pero todos, sacerdotes, religiosos o casados, debemos servir a esa "super-familia" de los creyentes en Jesús, trabajando también para que sea cada vez más amplio el número de los que le conocen y le siguen.


c) Hoy te ruego, oh Virgen María, que me ayudes a recibir la Palabra para darle vida. Yo puedo acercarme a ti, Madre de mi Salvador, y llegar a ser "familia" de aquel que me salva.


Condúceme con suavidad al interior de este misterio, abre mis ojos para que vean las cosas maravillosas que la Palabra puede llevar a cabo en mí, dame un corazón capaz de comprender el mundo nuevo en el que son introducidos los oyentes de la Palabra. Quédate junto a mí, oh Madre, para que pueda continuar, con temor y temblor, pero asimismo con admiración y reconocimiento, tu obra. Amén 



domingo, 21 de septiembre de 2014

La parábola de la lámpara


San Lucas 8,16-18


«Nadie enciende una lámpara para después taparla con algo o ponerla debajo de la cama, sino que la pone en alto, para que tengan luz los que entran. De la misma manera, no hay nada escondido que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a conocerse y ponerse en claro. Así pues, oigan bien, pues al que tiene se le dará más; pero al que no tiene, hasta lo que cree tener se le quitará.»

Palabra del Señor 

Gloria a Ti, Señor Jesús 


a) El sábado pasado leíamos la parábola de la semilla, la Palabra de Dios, que debería dar el ciento por uno de fruto si la escuchamos "con un corazón noble y generoso" y la guardamos.


Las breves enseñanzas de hoy son continuación de aquélla. Jesús quiere que seamos luz que ilumine a los demás: un candil no se enciende para esconderlo. No tiene que quedar oculto lo que la Palabra nos ha dicho: debe hacerse público. Si actuamos así, será verdad lo de que "al que tiene, se le dará", porque la Palabra multiplica sus frutos en nosotros. Y al revés, al que no le haga caso, "se le quitará hasta lo que cree tener" y quedará estéril.


b) Uno de los frutos mejores de la Palabra de Dios que escuchamos -por ejemplo en nuestra Eucaristía- es que se convierta en luz dentro de nosotros y también en luz hacia fuera.


Para eso la escuchamos: para que, evangelizados nosotros mismos, evangelicemos a los demás, o sea, anunciemos la Buena Noticia de la verdad y del amor de Dios. Lo que recibimos es para edificación de los demás, no para guardárnoslo. Como la semilla no está pensada para que se quede enterrada, sino para que germine y dé fruto.


Tenemos una cierta tendencia a privatizar la fe, mientras que Jesús nos invita a dar testimonio ante los demás. ¡Qué efecto evangelizador tiene el que un político, o un deportista, o un artista conocido no tengan ningún reparo en confesar su fe cristiana o su adhesión a los valores más profundos!


¿Iluminamos a los que viven con nosotros? ¿les hacemos más fácil el camino? No hace falta escribir libros o emprender obras muy solemnes. ¡Cuánta luz difunde a su alrededor aquella madre sacrificada, aquel amigo que sabe animar y también decir una palabra orientadora, aquella muchacha que está cuidando de su padre enfermo, aquel anciano que muestra paciencia y ayuda con su interés y sus consejos a los más jóvenes, aquel voluntario que sacrifica sus vacaciones para ayudar a los más pobres! No encienden una hoguera espectacular. Pero sí un candil, que sirve de luz piloto y hace la vida más soportable a los demás.


El día de nuestro Bautismo -y lo repetimos en la Vigilia Pascual cada año se encendió para cada uno de nosotros una vela, tomando la luz del Cirio pascual símbolo de Cristo. Es un gesto que nos recuerda nuestro compromiso, como bautizados, de dar testimonio de esa luz ante las personas que viven con nosotros.


El Vaticano II llamó a la Iglesia Lumen Gentium, luz de las naciones. Lo deberíamos ser en realidad, comunicando la luz y la alegría y la fuerza que recibimos de Dios, de modo que no queden ocultas por nuestra pereza o nuestro miedo. Jesús, que se llamó a sí mismo Luz del mundo, también nos dijo a sus seguidores: vosotros sois la luz del mundo. Somos Iglesia misionera, que multiplica los dones recibidos comunicándolos a cuantos más mejor.


c) Gracias Señor por haberme iluminado con tu Palabra. Ayúdame a ser como una antorcha ardiente que lleve luz a todos los andan extraviados sin encontrar aún que Tú eres el camino a la felicidad. Quiero ser luz, ayúdame a vivir siempre a tu lado. Amén 



miércoles, 17 de septiembre de 2014

El fariseo y la mujer pecadora


San Lucas 7,36-50


«Un fariseo invitó a Jesús a comer. Entró en casa del fariseo y se reclinó en el sofá para comer. En aquel pueblo había una mujer conocida como una pecadora; al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, tomó un frasco de perfume, se colocó detrás de él, a sus pies, y se puso a llorar. Sus lágrimas empezaron a regar los pies de Jesús y ella trató de secarlos con su cabello. Luego le besaba los pies y derramaba sobre ellos el perfume. 

Al ver esto el fariseo que lo había invitado, se dijo interiormente: "Si este hombre fuera profeta, sabría que la mujer que lo está tocando es una pecadora, conocería a la mujer y lo que vale." 

Pero Jesús, tomando la palabra, le dijo: "Simón, tengo algo que decirte." Simón contestó: "Habla, Maestro." Y Jesús le dijo: "Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientas monedas y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a ambos. ¿Cuál de los dos lo querrá más?" 

Simón le contestó: "Pienso que aquel a quien le perdonó más." Y Jesús le dijo: "Has juzgado bien." Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me ofreciste agua para los pies, mientras que ella me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. Tú no me has recibido con un beso, pero ella, desde que entró, no ha dejado de cubrirme los pies de besos. Tú no me ungiste la cabeza con aceite; ella, en cambio, ha derramado perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le quedan perdonados, por el mucho amor que ha manifestado. En cambio aquel al que se le perdona poco, demuestra poco amor." 

Jesús dijo después a la mujer: "Tus pecados te quedan perdonados". Y los que estaban con él a la mesa empezaron a pensar: "¿Así que ahora pretende perdonar pecados?" Pero de nuevo Jesús se dirigió a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz."»

Palabra del Señor

Gloria a Ti, Señor, Jesús


a) La escena la cuenta Lucas con elegancia y detalles muy significativos. ¡Qué contraste entre el fariseo Simón, que ha invitado a Jesús a comer, y aquella mujer pecadora que nadie sabe cómo ha logrado entrar en la fiesta y colma a Jesús de signos de afecto!


Desde luego, perdonar a una mujer pecadora precisamente en casa de un fariseo que le ha invitado, es un poco provocativo. No es raro que se escandalizaran los presentes, o porque Jesús no conocía qué clase de mujer era aquella, o que no reaccionaba ante sus gestos, que resultaban cuando menos un poco ambiguos. 


Pero Jesús quería trasmitir un mensaje básico en su predicación: la importancia del amor y del perdón. El argumento parece fluctuar en dos direcciones. Tanto se puede decir que se le perdona porque ha amado (“sus pecados están perdonados, porque tiene mucho amor”), como que ha amado porque se le ha perdonado (“amará más aquél a quien s ele perdonó más”). Probablemente aquella mujer ya había experimentado el perdón de Jesús en otro momento, y por ello le manifestaba su gratitud de esa manera tan efusiva. 


b) La escena nos hace repensar nuestra conducta con los que consideramos “pecadores”. ¿Cómo los tratamos: dándoles ánimos o hundiéndoles más?


Podemos actuar con corazón mezquino, como los fariseos que juzgan y condenan a todos, o como el hermano mayor del hijo pródigo que le recrimina de una manera intransigente lo que ha hecho, o como Simón y los otros convidados, que no deben ser malas personas (han invitado a Jesús a comer), pero no saben ser benévolos y amar. O podemos portarnos como el padre del hijo pródigo, y sobre todo como el mismo Jesús, que perdona a la mujer adúltera que le presentan, y a Zaqueo el publicano, y tiene palabras de ánimo para esta mujer que ha entrado en la sala del banquete y le unge los pies. 


¿Dónde quedamos retratados, en los fariseos o en Jesús? No se trata que lo aprobemos todo. Como Jesús no aprobaba el pecado y el mal. Sino de imitar su actitud de respeto y tolerancia. Con nuestra acogida humana, podemos ayudar a tantas personas –drogadictos, delincuentes, marginados de toda especie- a rehabilitarse, haciéndoles fácil el camino de la esperanza. Con nuestro rechazo justiciero les podemos quitar los pocos ánimos que tengan. 


Claro que, para ser benévolos en nuestros juicios con los demás, antes tendremos que ser conscientes de que Dios ha empleado misericordia con nosotros. Se nos ha perdonado mucho a nosotros y por tanto deberíamos ser más tolerantes con los demás, sin constituirnos en jueces prestos siempre a criticar y a condenar. 


Dios es rico en misericordia, Lo ha demostrado en Cristo Jesús. Y lo quiere seguir mostrando también a través de nosotros. 


c) Gracias Señor porque así como entraste en la casa de los fariseos y te sentaste a la mesa con los pecadores, también has querido entrar en mi casa y comer conmigo, has querido compartir lo más sencillo y lo más íntimo, has querido compartir todo conmigo. Te pido que yo aprenda también a ser misericordioso con los demás y que no juzgue nunca a nadie. Señor, que pueda reconocer siempre tu presencia cercana y amorosa, que pueda reconocer en todo momento tu voz que me invita a la santidad y la misericordia con los hermanos, y escuchándola que pueda responder a tu palabra con mucha coherencia y radicalidad. Amén.



Siempre críticos


San Lucas 7,31-35


«¿A qué, entonces, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes? Son semejantes a los muchachos que se sientan en la plaza y se llaman unos a otros, y dicen: 'Les tocamos la flauta, y no bailaron; cantamos canciones tristes, y no lloraron.' Porque ha venido Juan el Bautista, que no come pan, ni bebe vino, y ustedes dicen: 'Tiene un demonio.' Ha venido el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: 'Miren, un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores.' Pero la sabiduría es justificada por todos sus hijos.»

Palabra del Señor 

Gloria a Ti, Señor, Jesús 


a) El episodio de los niños que invitan con su música a otros niños no se puede entender sin hacer referencia a la escena anterior, que no se ha leído en esta selección de lecturas: el pasaje en que Jesús alaba a Juan Bautista y se lamenta de que algunos, los fariseos y escribas, no le aceptan.


Por tanto, no acogen bien ni a Juan ni a Jesús. Uno es austero. El otro, come y bebe con normalidad. Pero hay siempre excusas para no dar crédito a su mensaje. Al uno le tildan de fanático. Al otro, de comilón y "amigo de pecadores". Aunque haya curado al criado del centurión y resucitado al hijo de la viuda de Naín, no le aceptan.


La comparación de los dos grupos de niños es expresiva: ni con música alegre ni con triste consiguen unos que los otros colaboren. Cuando no se quiere a una persona, se encuentran con facilidad excusas para no hacer caso de lo que nos propone.


b) Eso mismo nos puede pasar a nosotros.


A la comunidad cristiana -desde sus responsables últimos, el Papa o los Obispos, hasta cualquier familia- se le rechaza muchas veces, desacreditándola por cualquier motivo. Hay personas siempre críticas, con mecanismos de defensa contra todo. Como decía Jesús de los fariseos, ni entran ni dejan entrar. En el fondo, lo que pasa es que resulta incómodo el testimonio de alguien y por eso se le persigue o se le ridiculiza. Es muy antiguo eso de no creer y de no aceptar lo que Cristo o su Iglesia proponen.


Pero también, por desgracia, podemos hacer lo mismo nosotros con los demás. Cuando no nos interesa aceptar un mensaje, sacamos excusas -a veces ridículas o contradictorias- para justificar de alguna manera nuestra negativa a aceptarlo. Eso puede pasar en nuestra vida de cada día, en esa sutil y complicada relación interpersonal que sucede en toda vida comunitaria: si nos toman mucho en cuenta mal, pero si no nos toman en cuenta peor. Podemos llegar a ser caprichosos en extremo en nuestras reacciones de cerrazón y sordera voluntaria, a veces por un instinto continuado de contradicción a lo que dicen los demás.


Ya dijo Jesús que sólo "los discípulos de la Sabiduría" entienden estas cosas, los de corazón sencillo y humilde, los que no están llenos de sí mismos.


c) Señor, te suplico que nos liberes de un corazón endurecido que me lleve a ser siempre crítico ante todo. Dame un corazón sencillo, con el don de la sabiduría, para estar abiertos de forma audaz a las correcciones que vengan de ti y de mis hermanos. Señor, dame un corazón como el tuyo. 



martes, 16 de septiembre de 2014

"Joven, a ti te digo: ¡levántate!"


San Lucas 7,11-17


«Aconteció poco después que Jesús fue a una ciudad llamada Naín; y Sus discípulos iban con El acompañados por una gran multitud. Y cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban fuera a un muerto, hijo único de su madre, y ella era viuda; y un grupo numeroso de la ciudad estaba con ella. Al verla, el Señor tuvo compasión de ella, y le dijo: "No llores." Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y Jesús dijo: "Joven, a ti te digo: ¡Levántate!" El que había muerto se incorporó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: "Un gran profeta ha surgido entre nosotros." También decían: "Dios ha visitado a Su pueblo." Este dicho que se decía de El, se divulgó por toda Judea y por toda la región circunvecina.»

Palabra del Señor 

Gloria a Ti, Señor, Jesús 


a) Esta vez el gesto milagroso de Jesús es para la viuda de Naín. Un episodio que sólo Lucas nos cuenta y que presenta un paralelo sorprendente con el episodio en que Elías resucita al hijo de la viuda de Sarepta (1Rey17).


¡Cuantas veces se ve en el Evangelio que Jesús se compadece de los que sufren y les alivia con sus palabras, sus gestos y sus milagros. Hoy atiende a esta pobre mujer, que, además de haber quedado viuda y desamparada, ha perdido a su único hijo.


La reacción de la gente ante el prodigio es la justa: "un gran profeta ha surgido entre nosotros: Dios ha visitado a su pueblo".


b) El Resucitado sigue todavía hoy aliviando a los que sufren y resucitando los muertos. Lo hace a través de su comunidad, la iglesia, de un modo especial por medio de su Palabra poderosa y de sus sacramentos de gracia.  Dios nos tiene destinados a la vida. Cristo Jesús nos quiere comunicar continuamente esta vida suya.


El sacramento de la reconciliación ¿no es la aplicación actual de las palabras de Jesús, "joven, a ti te digo, levántate"? La unción de los enfermos ¿no es Cristo Jesús que se acerca al que sufre, por medio de la comunidad, y le da el alivio y la fuerza de su Espíritu? En la Eucaristía, en la que recibimos su Cuerpo y Sangre, ¿no es garantía de resurrección, como Él nos prometió: "el que me come vivirá por mí, como yo vivo por el Padre"?


La escena de hoy nos interpela también en el sentido de que debemos actuar con los demás como lo hizo Cristo. Cuando nos encontramos con personas que sufren -porque están solitarias, enfermas o de alguna manera muertas, y no han tenido suerte en la vida- ¿cuál es nuestra reacción? ¿la de los que pasaron de largo ante el que había sido víctima de los bandidos o la del samaritano que le atendió? Aquella fue una parábola que contó Jesús. Lo de hoy no es una parábola: es una actitud ante un hecho concreto. 


c) Señor Jesús, gracias por mostrarte cercano y estar siempre pendiente de las necesidades de nosotros. Haz que yo sepa imitarte al ser solidarios con mis hermanos que sufren y poder decir en tu nombre, a quién se encuentre postrado en la vera del camino: ¡joven, levántate!



domingo, 14 de septiembre de 2014

Nuestra Señora de los Dolores



Juan 19,25-27


«Y junto a la cruz de Jesús estaban Su madre, y la hermana de Su madre, María, la mujer de Cleofas, y María Magdalena. Y cuando Jesús vio a Su madre, y al discípulo a quien El amaba que estaba allí cerca, dijo a Su madre: "¡Mujer, ahí está tu hijo!" Después dijo al discípulo: "¡Ahí está tu madre!" Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su propia casa.» 

Palabra del Señor

Gloria a Ti, Señor, Jesús 


a) Ayer, en muchas partes del mundo, se celebró la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Hoy recordamos a Nuestra Señora, la Virgen de los Dolores. Al recordarla ahí, al pie de la Cruz tenemos una ocasión propicia para volver a vivir el momento decisivo de la historia de la salvación y para venerar, junto con el Hijo exaltado en la Cruz, a la madre que comparte su dolor.


La escena típica para la fiesta de hoy es la estampa impresionante de una mujer al pie de la Cruz donde está siendo ajusticiado su Hijo inocente. Casi todos los discípulos han huido. Son cobardes. Pero la madre está allí, sin discursos, sin gestos desgarradores, con un dolor inmenso, pero recia, fuerte.


Estamos celebrando algo más que una anécdota, algo más que el sentimiento de una mujer juntó a su hijo moribundo. Es el misterio de María en los planes de Dios: María junto a Jesús en su hora pascual, compartiendo su muerte y, luego, su gloria. En cierto modo, la memoria de hoy completa la celebración de la fiesta de ayer: la Cruz de Cristo se hace también cruz de sus seguidores, de su comunidad, representada en primer lugar por su Madre.


En el Evangelio, toda la vida de María se nos presenta como una experiencia continuada de dolor, junto a momentos de intensa alegría y júbilo, como el Magnífica. 


De verdad, María de Nazaret aparece como mujer "experta en dolor" y como modelo en el camino del seguimiento de Cristo: la tristeza de dar a luz en el establo, el anuncio de Simeón, la huida a Egipto, la pérdida del niño en el viaje al templo, la sorpresa de no entender su lenguaje, los malos entendidos y la persecución que se van acumulando sobre el joven profeta cuando empieza su misión pública y, sobretodo todo, su muerte en la Cruz y la sepultura. 


b) Nosotros nos unimos, del mismo modo, en un viacrucis más o menos dramático, a la Cruz de Cristo y compartimos su destino de entrega. Por eso le pedimos a Dios en la Misa de hoy: "Haz que la Iglesia, asociándose con María a la pasión de Cristo, merezca participar de su resurrección".


Conviene que hoy dirijamos nuestra mirada a la Virgen de los Dolores, contemplándonos nosotros mismo en su camino de seguimiento de Cristo. Para recibir la fuerza en el ejemplo de Jesús y, también, en la admirable entereza de su Madre que, precisamente al pie de la Cruz, fue constituida madre de todos nosotros: "He ahí a tu madre".


c) Gracias Señor por tu Palabra en la que pude reflexionar sobre el gran tesoro que tengo al tener a Santa María como mi Madre. Que esta toma de conciencia me ayude a ser dócil a sus enseñanzas y cuidados, para que pueda ser cada día un mejor hijo de María. Amén.





viernes, 12 de septiembre de 2014

Saca primero la viga de tu ojo


San Lucas 6,39-42


«Jesús les puso también esta comparación: "¿Puede un ciego guiar a otro ciego? Ciertamente caerán ambos en algún hoyo. El discípulo no está por encima de su maestro, pero si se deja formar, se parecerá a su maestro. 

¿Y por qué te fijas en la pelusa que tiene tu hermano en un ojo, si no eres consciente de la viga que tienes en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ''Hermano, deja que te saque la pelusa que tienes en el ojo'', si tú no ves la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo para que veas con claridad, y entonces sacarás la pelusa del ojo de tu hermano.» 

Palabra del Señor

Gloria a Ti, Señor, Jesús


a) Continúa "el sermón de la llanura", con recomendaciones varias, a modo de comparaciones:

- un ciego no puede guiar a otro ciego: los dos caerán en el hoyo,

- un discípulo no será más que su maestro,

- no tenemos que fijarnos tanto en los defectos de los demás (una mota o brizna en el ojo ajeno), sino en los nuestros (una viga): si no, seríamos hipócritas.


Son recomendaciones relacionadas con la ley del amor. El que se tiene por guía debe "ver" bien. El que quiere pasar de discípulo a maestro, lo mismo.


Uno y otro, si lo único que ven son los defectos de los demás, y no los propios, mal irá la cosa. Lo de ver la mota en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio era un dicho muy común entre los judíos.


b) Qué fácilmente vemos los defectos de nuestros hermanos, y qué capacidad tenemos de disimular los nuestros! Eso se llama ser hipócritas.


Por eso se nos ocurre hacer de guías de otros, cuando los que necesitamos orientación somos nosotros. Y queremos hacer de maestros, cuando no hemos acabado de aprender.


Y nos metemos a dar consejos y a corregir a otros, cuando no somos capaces de enfrentarnos sinceramente con nuestros propios fallos.


Hagamos hoy un poco de examen de conciencia: ¿no tendemos a ignorar nuestros defectos, mientras que estamos siempre alerta para descubrir los ajenos? Cada vez que nos acordamos de los fallos de los demás -con un deseo inmediato de comentarlos con otros-, deberíamos razonar así: "y yo seguramente tengo fallos mayores y los demás no me los echan en cara continuamente, sino que disimulan: ¿por qué tengo tantas ganas de ser juez y fiscal de mis hermanos?". Eso se llama hipocresía, uno de los defectos que más criticó Jesús. Nos iría bien un espejo limpio donde mirarnos: este espejo es la Palabra de Dios, que nos va orientando día tras día. Para ejercitar una saludable autocrítica en nuestra vida.


c) Servir al Padre fue para ti, Señor, una manifestación de tu amor. Enséñame el verdadero espíritu de servicio, el que marca el camino de la abnegación, de la pobreza, de la persecución, de la obediencia hasta la entrega total de nosotros mismos.


Servir a los hermanos fue para ti, Señor, tu alegría. Enséñame a aliviar las heridas ajenas, a consolar a los afligidos, a hacer vivir a los deprimidos, a calmar a los violentos, a instruir a los ignorantes, a predicar el Evangelio sin presunción y con humildad.


Para ti, Señor, servir fue una opción que orientó tu existencia y cualificó toda tu vida. Enséñame y hazme comprender que para mí tampoco es opcional el servicio, sino que forma parte constitutiva de mi vida de apóstol: servir para llevar a Cristo, como Pablo, al mayor número posible de hermanos y hermanas. Amén


miércoles, 10 de septiembre de 2014

Nuestra Señora de Coromoto, Patrona de Venezuela


San Lucas 2,15-19


«Después de que los ángeles se volvieron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: "Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha dado a conocer." Fueron apresuradamente y hallaron a María y a José con el recién nacido acostado en el pesebre. Entonces contaron lo que los ángeles les habían dicho del niño. 

Todos los que escucharon a los pastores quedaron maravillados de lo que decían. María, por su parte, guardaba todos estos acontecimientos y los volvía a meditar en su interior.»

Palabra del Señor

Gloria a Ti, Señor, Jesús 


a) Hoy celebramos en Venezuela la solemnidad de Nuestra Señora de Coromoto, su Patrona. El evangelio leído es de San Lucas nos narra el nacimiento de Jesús, con la presencia de María, guardando las cosas vividas en su corazón y meditándolas. 


La narración del episodio más importante de la historia es contada por Lucas de una manera tan sencilla, constatando el cómo pasa inadvertido para el mundo. Sólo unos a unos pastores les anuncia Dios el acontecimiento. Los pastores marchan a Belén impulsados por la señal que se les había dado. Al comprobarla, cuentan el anuncio del ángel y la aparición de la milicia celestial. Así se constituyen en los primeros testigos del nacimiento del Mesías. Van aprisa como fruto de la alegría de ver al Salvador. Nosotros también estamos llamados a ser testigos de la alegría de ser discípulos de Jesús y debemos anunciarlo con la sencillez de nuestras palabras y ejemplo. 


A María se le presenta como serena y contemplativa ante las maravillas que se están cumpliendo con el Nacimiento de su Hijo. María guarda esas cosas en su corazón para ponderarlas en la presencia de Dios. Esa es la actitud a la que nos invita María: contemplar los acontecimientos del mundo, de nuestra historia personal y nacional, con los ojos de la fe, confrontando los hechos en la presencia de Dios. 


b) Con respecto a la historia de esta advocación mariana que hoy celebramos en Venezuela, recordamos que data de un hecho que ocurrió en las selvas de Portuguesa, Venezuela, el 8 de septiembre de 1652, donde la Virgen María se le apareció al indio Coromoto, cacique de los indios cospes, pidiéndole que tanto él como su gente se conviertan y se bauticen, el cacique le relató lo sucedido a su encomendero, don Juan Sánchez, varios indígenas cospes se convirtieron y se bautizaron, pero no el testarudo cacique, quien se quedó solo en la selva, la Virgen se le aparece otra vez, y Coromoto, enceguecido por la ira, alza su brazo para agarrarla y desaparece, la aparición se materializó en una estampita hecha de fibra de árbol (esta misma imagen se venera hoy en Guanare).


Coromoto es mordido por una serpiente venenosa y vuelve a Guanare, herido y a punto de morir, comenzó a pedir el Bautismo, y al bautizarse, se convierte en apóstol y rogó al grupo de indios cospes rebeldes que estaba bajo su mando, que se bauticen.


Meses después, Coromoto, ahora con el nombre cristiano de Angel Custodio, muere en buena vejéz. El Pápa Pio XII en 1950, la declaró Patrona de Venezuela y el Papa Juan Pablo II la coronó en su visita al Santuario mariano en Guanare.


c) ¡Oh, Santísima Virgen María de Coromoto, Madre de Misericordia!, confiamos a nuestra amada patria Venezuela a Tu Amoroso cuidado. Madre querida, te suplicamos reclames comotuya esta Tierra de Gracia, para Gloria de Tu Divino Hijo Jesucristo, verdaderamente presente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en el Santísimo y Divinísimo Sacramento del Altar, a quien Venezuela le ha sido consagrada. Amén. 



Bienaventuranzas y lamentaciones de Jesús



San Lucas 6,20-26


«El, entonces, levantó los ojos hacia sus discípulos y les dijo: 

"Felices ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios. Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Felices ustedes, los que lloran, porque reirán. Felices ustedes, si los hombres los odian, los expulsan, los insultan y los consideran unos delincuentes a causa del Hijo del Hombre. Alégrense en ese momento y llénense de gozo, porque les espera una recompensa grande en el cielo. Recuerden que de esa manera trataron también a los profetas en tiempos de sus padres. 

Pero ¡pobres de ustedes, los ricos, porque tienen ya su consuelo! ¡Pobres de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque después tendrán hambre! ¡Pobres de ustedes, los que ahora ríen, porque van a llorar de pena! ¡Pobres de ustedes, cuando todos hablen bien de ustedes, porque de esa misma manera trataron a los falsos profetas en tiempos de sus antepasados!» 

Palabra del Señor

Gloria a Ti, Señor, Jesús


a) Al bajar Jesús de la montaña, donde había elegido a los doce apóstoles, empieza en Lucas lo que los autores llaman "el sermón de la llanura" (Lc 6,20-49), que leeremos desde hoy al sábado, y que recoge diversas enseñanzas de Jesús, como había hecho Mateo en el "sermón de la montaña".


Ambos empiezan con las bienaventuranzas. Las de Lucas son distintas. En Mateo eran ocho, mientras que aquí son cuatro bienaventuranzas y cuatro que podemos llamar malaventuranzas o lamentaciones. En Mateo están en tercera persona ("de ellos es el Reino"), mientras que aquí en segunda: ("de ustedes es el Reino").


Jesús llama "felices y dichosos" a cuatro clases de personas: los pobres, los que pasan hambre, los que lloran y los que son perseguidos por causa de su fe. Pero se lamenta y dedica su "ay" a otras cuatro clases de personas: los ricos, los que están saciados, los que ríen y los que son adulados por el mundo.


Se trata, por tanto, de cuatro antítesis. Como las que pone Lucas en labios de María de Nazaret en su Magníficat: Dios derriba a los potentados y enaltece a los humildes, a los hambrientos los sacia y a los ricos los despide vacíos. Es como el desarrollo de lo que había anunciado Jesús en su primera homilía de Nazaret: Dios le ha enviado a los pobres, los cautivos, los ciegos y los oprimidos.


b) Nos sorprende siempre esta lista de bienaventuranzas. ¿Cómo se puede llamar dichosos a los que lloran o a los pobres o a los perseguidos? La enseñanza de Jesús es paradójica. No va según nuestros gustos y según los criterios de este mundo. En nuestra sociedad se felicita a los ricos y a los que tienen éxito y a los que gozan de salud y a los que son aplaudidos por todos.


En estas ocasiones es cuando recordamos que ser cristianos no es fácil, que no consiste sólo en estar bautizados o hacer unos rezos o llevar unos distintivos. Sino en creer a Jesús y fiarse de lo que nos enseña y en seguir sus criterios de vida, aunque nos parezcan difíciles. Seguro que él está señalando una felicidad más definitiva que las pasajeras que nos puede ofrecer este mundo.


Es la verdadera sabiduría, el auténtico camino de la felicidad y de la libertad. La del salmo 1: "Dichoso el que no sigue el consejo de los impíos: es como un árbol plantado junto a corrientes de agua... No así los impíos, no así, que son como paja que se lleva el viento". O como la de Jeremías: "Maldito aquél que se fía de los hombres y aparta de Yahvé su corazón... Bendito aquél que se fía de Yahvé y a la orilla de la corriente echa sus raíces" (Jr 1 7,5-6). O como la de la parábola del pobre y del rico: ¿quién es feliz en definitiva, el pobre Lázaro a quien nadie hacía caso, o el rico Epulón que fue a parar al fuego del castigo? Jesús llama felices a los que están vacíos de sí mismos y abiertos a Dios, y se lamenta de los autosuficientes y satisfechos, porque se están engañando: los éxitos inmediatos no les van a traer la felicidad verdadera.


c) Gracias Señor por tu Palabra. Gracias Amigo Bueno por darme las bienaventurazas como un camino a seguir. Ayúdame a ser de los pobres del Evangelio, de los que lloran, de los que son perseguidos a causa de la justicia. Que yo no tema las tribulaciones del mundo, sino que confíe siempre en tus promesas y en la llegada de tu Reino. Amén.


lunes, 8 de septiembre de 2014

Escogió a doce y los llamó apóstoles


San Lucas 6,12-19


En aquellos días se fue a orar a un cerro y pasó toda la noche en oración con Dios. Al llegar el día llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que llamó apóstoles: Simón, al que le dio el nombre de Pedro, y su hermano Andrés, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, apodado Zelote, Judas, hermano de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor. 

Jesús bajó con ellos y se detuvo en un lugar llano. Había allí un grupo impresionante de discípulos suyos y una cantidad de gente procedente de toda Judea y de Jerusalén, y también de la costa de Tiro y de Sidón. Habían venido para oírlo y para que los sanara de sus enfermedades; también los atormentados por espíritus malos recibían curación. Por eso cada cual trataba de tocarlo, porque de él salía una fuerza que los sanaba a todos. 

Palabra del Señor

Gloria a Ti, Señor, Jesús


a) Antes de contar la elección de los doce apóstoles, Lucas nos dice expresamente que "Jesús subió a la montaña a orar y pasó la noche en oración con Dios”.


Es el evangelista que más énfasis pone en la figura de Jesús orante. Aquí se dispone a elegir, entre los discípulos que le siguen, a doce apóstoles (palabra griega para "enviados"), pero el evangelio da importancia al hecho de que antes se pasa la noche orando a su Padre.


Son doce: un número que puede verse como simbólico de muchas cosas (los doce meses del año, o los signos del zodíaco), pero sobre todo de las doce tribus de Israel. Así, Jesús manifiesta que el nuevo Israel, la Iglesia, viene a sustituir y cumplir lo que se había empezado en el antiguo.


La lista de los doce aparece varias veces en el evangelio, con ligeras diferencias de orden, que aquí no nos interesa subrayar. Los doce no son grandes personalidades. Le van a defraudar en más de una ocasión. Pero es el estilo de Dios, que va eligiendo para su obra a personas débiles.


A partir de ahora estos doce van a acompañar muy de cerca a Jesús, y van a colaborar en su evangelización, en sus signos de curación y de liberación del mal. Aunque tendrán que madurar mucho para ser los colaboradores que Jesús necesita para la salvación del mundo.


b) La comunidad de Jesús es "apostólica". Está cimentada en la piedra angular, que es Cristo Jesús. Pero también tiene como fundamento a los apóstoles que él mismo eligió como núcleo inicial de la Iglesia.


Todos los bautizados formamos la comunidad, el Cuerpo de Cristo, que es la Cabeza. Él es el Pastor, la Luz, el Maestro. Pero a la vez recordamos que mandó a sus apóstoles que enseñaran y que fueran pastores y luz para el mundo. Detrás de ellos vinieron sus sucesores, como Pablo y Bernabé y Timoteo y Tito, ministros en una comunidad compuesta por innumerables hombres y mujeres. Ahora, nosotros. No todos somos "sucesores de los apóstoles", como el Papa y los Obispos, pero sí todos somos miembros activos de la Iglesia.


Esta comunidad "apostólica" es la que colabora con el Resucitado y su Espíritu en el trabajo que él hizo en directo, mientras vivió sobre la tierra: anunciar la buena noticia a todos, curar enfermos, liberar a los atormentados por los espíritus malos...


Si entonces dice Lucas que "salía de él una fuerza que los curaba a todos", lo mismo se tendría que poder decir de su Iglesia, de nosotros. Desde hace dos mil años este mundo no ve a Jesús, pero debería sentir la fuerza curativa y liberadora de la comunidad de Jesús, en todos los ambientes, también en los más cercanos de la vida familiar y social y de nuestro trabajo.


c) Señor, Jesús, gracias por el ejemplo que me has dado de saber poner la oración como antesala de cualquier cosa importante en mi vida. Gracias por haberme elegido para esta comunidad tuya que es la Iglesi. Hoy quiero volver a ofrecerme como humilde instrumento para continuar tu obra salvadora en el mundo. Haz que de mis palabras, de mi trabajo y de mi ejemplo salga la fuerza de tu gracia para que ayude a otros a conseguirte a Ti, fuente de salvación. Amén. 



domingo, 7 de septiembre de 2014

Nacimiento de la Virgen María


San Mateo 1, 18-23


«Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.

Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: "José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados".

Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del 

profeta Isaías: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros.»

Palabra del Señor 

Gloria a Ti, Señor, Jesús 


a) La Iglesia recuerda hoy el día del nacimiento de la Virgen María y en Venezuela la recordamos bajo la advocación de la Virgen del Valle, Patrona del Oriente del País. Con respecto a la fiesta litúrgica, el Evangelio no nos da datos del nacimiento de María, pero hay varias tradiciones. Algunas, considerando a María descendiente de David, señalan su nacimiento en Belén. Otra corriente griega y armenia, señala Nazareth como cuna de María.


Este pasaje bíblico de la historia de José y María que hoy la Iglesia nos propone, presenta el desarrollo final de un proyecto maravilloso pensado por Dios, después del pecado de nuestros primeros padres. Dios no estaba dispuesto a dejar que su proyecto de amor para el hombre se arruinara por culpa del pecado y del intruso que había llevado a la muerte a sus creaturas. 

Así que fue desarrollando un maravilloso plan que entra en su última etapa con el nacimiento de nuestra Madre Santísima, la purísima Virgen María. Su nacimiento marca el momento en que dicho proyecto inicia su fase de desarrollo. 


b) Qué lejos estaban los padres de nuestra Madre santísima de conocer los divinos planes que Dios tenía para su hija, la cual llegaría a ser la madre del Emmanuel, como nos lo indica nuestro texto evangélico. Este proyecto de salvación aún no termina y cada uno de nosotros tiene una participación muy especial, por lo que desde el momento de nuestro nacimiento, Dios puso en nosotros, como en María, todos los dones que necesitaríamos para cumplir este plan. 

Nuestro nacimiento pone en marcha esa parte del plan, en el cual no pueden faltar momentos de sufrimiento y dificultad. No nos asustemos ni nos angustiemos en estos momentos difíciles, ya que si para superarlos Dios necesitara enviarte un ángel, no dudes que lo hará. Eres parte de un proyecto y Dios no te dejará solo, como lo hizo con María, solo déjate conducir como ella por el Espíritu Santo.


c) María, en este día que festejamos tu nacimiento, te pedimos que nos ayudes a estar siempre cerca de ti y de tu Hijo Jesús. Que sepamos agradecer a Dios el don de la vida, la defendamos siempre y que sepamos estar disponibles a la voluntad de nuestra Padre Dios. Amén.