jueves, 25 de julio de 2013

"El que escucha la Palabra y la entiende, ese dará frutos"



Mateo 13:18-23
"Escuchen, pues, lo que quiere decir la parábola del sembrador: Los que oyen el mensaje del reino y no lo entienden, son como la semilla que cayó en el camino; viene el maligno y les quita el mensaje sembrado en su corazón. La semilla que cayó entre las piedras representa a los que oyen el mensaje y lo reciben con gusto, pero como no tienen suficiente raíz, no se mantienen firmes; cuando por causa del mensaje sufren pruebas o persecución, fallan. La semilla sembrada entre espinos representa a los que oyen el mensaje, pero los negocios de esta vida les preocupan demasiado y el amor por las riquezas los engaña. Todo esto ahoga el mensaje y no lo deja dar fruto en ellos. Pero la semilla sembrada en buena tierra representa a los que oyen el mensaje y lo entienden y dan una buena cosecha, como las espigas que dieron cien, sesenta o treinta granos por semilla."
Jesús explica otro aspecto de la parábola del sembrador: las diversas clases de terreno que suele encontrar la Palabra de Dios. Jesús mismo hace hoy la «homilía»: la aplicación de la Palabra a nuestra vida.
Los diversos terrenos que encuentra la semilla que sale de la mano del sembrador se describen muy claramente:
- la que cae al lado del camino y desaparece pronto por obra del maligno;
- la que cae entre piedras y no arraiga, porque es superficial e inconstante y ante cualquier dificultad sucumbe;
- la que se siembra entre zarzas y espinas, que no llega a prosperar por las diversas preocupaciones de la vida, sobre todo la de las riquezas;
- y, finalmente, la semilla que cae en tierra buena, la tierra de quien escucha y acoge la Palabra, y produce el ciento o el sesenta o el treinta por uno.
Dios quiere que, en nuestro terreno, su Palabra produzca siempre el ciento por ciento de fruto.
¿Nos atreveríamos a decir que es así? Bueno será que nos preguntemos cada uno por qué la semilla del Sembrador, Cristo, no produce todo el fruto que él espera: ¿estamos distraídos? ¿somos superficiales? ¿andamos preocupados por otras muchas cosas y no acabamos de prestar atención a lo que Dios nos dice? ¿tenemos miedo a hacer caso del todo a su Palabra?
A lo largo de las páginas del evangelio, se ve que la predicación de Jesús no en todos produce fruto: por superficialidad, hostilidad o inconstancia. Cuando, por ejemplo, Jesús les anunció el don de la Eucaristía -diciéndoles que sólo si creían en él, más aún, si le comían, iban a tener vida-, se le marchó un buen grupo de discípulos, asustados de lo que exigía el Maestro (Jn 6,60).
La Palabra que Dios nos dirige es siempre eficaz, salvadora, llena de vida. Pero, si no encuentra terreno bueno en nosotros, no le dejamos producir su fruto. ¿Se nos nota durante la jornada que hemos recibido la semilla de la Palabra y hemos recibido a Cristo mismo como alimento?
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5

No hay comentarios:

Publicar un comentario