viernes, 28 de noviembre de 2014
Parábola de la higuera
martes, 25 de noviembre de 2014
Con su perseverancia salvarán sus almas
Señales antes del fin
domingo, 23 de noviembre de 2014
La ofrenda de la viuda pobre
viernes, 21 de noviembre de 2014
Jesús purifica el templo
jueves, 20 de noviembre de 2014
Jesús llora por Jerusalén
lunes, 17 de noviembre de 2014
Jesus y Zaqueo
domingo, 16 de noviembre de 2014
Jesús sana al ciego de Jericó
domingo, 9 de noviembre de 2014
Señor, auméntanos la fe
viernes, 7 de noviembre de 2014
La parábola del administrador astuto
jueves, 6 de noviembre de 2014
Parábolas de la oveja y moneda perdidas
Lo que cuesta seguir a Jesús
martes, 4 de noviembre de 2014
La parábola de la gran cena
lunes, 3 de noviembre de 2014
Invitar a los pobres
San Lucas 14,12-14
«Dijo también al hombre que lo había invitado:
—Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; porque ellos, a su vez, te invitarán, y así quedarás ya recompensado. Al contrario, cuando tú des un banquete, invita a los pobres, los inválidos, los cojos y los ciegos; y serás feliz. Pues ellos no te pueden pagar, pero tú tendrás tu recompensa el día en que los justos resuciten».
Palabra del Señor
Gloria a Ti, Señor, Jesús
a) El sábado pasado leíamos la recomendación de Jesús sobre no ir buscando los primeros puestos al ser invitados. Hoy sigue con el tema, pero esta vez diciéndonos a quién deberíamos invitar preferentemente a comer.
Puede resultar paradójico el consejo: "no invites a tus amigas ni a los vecinos ricos". El motivo es que, si lo hacemos así, lo que estamos buscando en el fondo es que luego ellos nos inviten: "ellos corresponderán invitándote y quedarás pagado".
Mientras que si seguimos el criterio de Jesús, invitando "a pobres, lisiados, cojos y ciegos", estas personas no podrán pagarnos, y entonces el que nos premiará será Dios, "cuando resuciten los justos".
b) El evangelio se nos presenta muchas veces opuesto a nuestros criterios espontáneos y a las directrices de este mundo.
Cuando hacemos un favor a otro, sería bueno que examináramos nuestras intenciones profundas: ¿lo hacemos por amor a Dios y por amor a la persona en sí misma, o bien buscamos que nos pueda corresponder? ¿nos gusta convidar a los ricos (y así estaríamos invitándonos a nosotros mismos) o hacemos la opción de invitar a los pobres, que no nos pagarán? Jesús, en el sermón de la montaña, nos enseñó que no tenemos que buscar el premio o el aplauso de las personas, sino hacer el bien discretamente, sin pregonarlo (él decía gráficamente, que nuestra mano izquierda no sepa el bien que hace la derecha), y entonces Dios, que sí ve en lo escondido, nos premiará.
Si hacemos un favor a una persona porque ya nos lo ha hecho ella antes a nosotros, o porque esperamos que nos lo haga, eso no es amor gratuito, sino comercio: "te doy para que me des". Jesús nos había dicho: "si amas sólo al que te ama, ¿qué mérito tienes?; si haces el bien sólo a los que te hacen bien, ¿qué mérito tienes?" (Lc 6,32). Nuestro amor ha de ser desinteresado, sin pasar factura por el bien que hacemos. Si hacemos favores a quienes "no pueden pagarnos", ya nos lo pagará él. Y él es buen pagador.
Hoy podríamos tener con alguien un detalle de amor gratuito, sin que se note, sin pasar factura. Y que se convierta en costumbre...
c) Oh Señor Jesús, tú buscaste a los pobres y a los hambrientos y me dices: "Comparte con ellos tu abundancia, y ellos creerán que yo soy el Pan de la vida".
Oh Señor Jesús, tú buscaste a los pobres y a los hambrientos y me dices: "Comparte con ellos tu abundancia, y ellos creerán que yo soy el Pan de la vida".
Oh Señor Jesús, tú invitaste a tu mesa a los oprimidos y a los perseguidos y me dices: «Lucha por su libertad, y ellos creerán que yo soy la Luz del mundo».
Así serás pobre, misericordioso, limpio de corazón, obrador de la paz. En una palabra, ¡serás bienaventurado! Amén