jueves, 2 de octubre de 2014

Reproche de Jesús ante ciudades incrédulas


San Lucas 10,13-16


«¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho entre ustedes, ya hace tiempo que se habrían vuelto a Dios, cubiertos de ropas ásperas y sentados en ceniza. Pero en el día del juicio el castigo para ustedes será peor que para la gente de Tiro y Sidón. Y tú, Cafarnaúm, ¿crees que serás levantado hasta el cielo? ¡Bajarás hasta lo más hondo del abismo! 

El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; y el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me envió.» 

Palabra del Señor 

Gloria a Ti, Señor Jesús


a) Jesús y los suyos tenían ya experiencia de fracaso en su trabajo evangelizador.


Acababan de dejar Galilea, de donde conservaban algunos recuerdos amargos. En su paso por Samaria no les habían querido hospedar. En Jerusalén les esperaban cosas aún peores.


Jesús anuncia que, al final, habrá un juicio duro para los que no han sabido acoger al enviado de Dios. Tres ciudades de Galilea, testigos de los milagros y predicaciones de Jesús, recibirán un trato mucho más exigente que otras ciudades paganas: hoy se nombra a Tiro y Sión. Los de casa -el pueblo elegido, los israelitas- son precisamente los más reacios en interpretar los signos de los tiempos mesiánicos.


b) Lo que le pasó a Cristo le pasa a su comunidad eclesial, desde siempre: bastantes llegan a la fe y se alegran de la salvación de Cristo. Pero otros muchos se niegan a ver la luz y aceptarla. No nos extrañe que muchos no nos hagan caso. A él tampoco le hicieron, a pesar de su admirable doctrina y sus muchos milagros. La libertad humana es un misterio. Jesús asegura que el que escucha a sus enviados -a su Iglesia- le escucha a él, y quien les rechaza, le rechaza a él y al Dios que le ha enviado. Ése va a ser el motivo del juicio. No valdrá, por tanto, la excusa que tantas veces oímos: "yo creo en Cristo, pero en la Iglesia, no". Sería bueno que la Iglesia fuera siempre santa, perfecta, y no débil y pecadora como es (como somos). Pero ha sido así como Jesús ha querido ser ayudado, no por ángeles, sino por hombres imperfectos.


Jesús nos enseña a reaccionar con cierta serenidad ante el rechazo del mundo. Que no pidamos que baje un rayo del cielo y destruya a los no creyentes. Ni que mostremos excesivo celo en eliminar la cizaña del campo. Nos pide tolerancia y paciencia. Aunque hoy también nos asegura que el juicio, a su tiempo, dará la razón y la quitará.


c) Ante el reproche de Jesús por la incredulidad, renovemos nuestra fe y confianza en el Señor y pongámonos a su amparo ante las adversidades que podamos encontrar en el ejercicio de nuestra misión. Dirijámonos al Señor con las palabras del salmo 16: 


"¡Cuida, oh Dios, de mí, pues en ti busco protección! Yo te he dicho: Tú eres mi Señor, mi bien; nada es comparable a ti.


Tú, Señor, eres mi todo; tú me colmas de bendiciones; mi vida está en tus manos. Primoroso lugar me ha tocado en suerte; ¡hermosa es la herencia que me ha correspondido! 

Bendeciré al Señor, porque él me guía, y en lo íntimo de mi ser me corrige por las noches. 

Siempre tengo presente al Señor; con él a mi derecha, nada me hará caer. Por eso, dentro de mí, mi corazón está lleno de alegría. Todo mi ser vivirá confiadamente,


Me mostrarás el camino de la vida. Hay gran alegría en tu presencia; hay dicha eterna junto a ti." Amén. 


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