viernes, 28 de enero de 2011

Lectura orante de la curación de un sordomudo (Marcos 7, 31-37)

Te presento la próxima lectura orante que realizaremos en nuestra comunidad parroquial. Es continuación de la que presentamos en la entrada anterior.

Invocamos al Espíritu Santo, antes de leer su Palabra inspirada. Nos disponemos a un momento de intimidad con Dios, de oración y reflexión. Es la ambientación propicia para la escucha.

Lectura (¿Qué dice el texto?) Leemos el texto con mucha atención. Incluso puedes releerlo y detenerte en cada palabra o frase que te haya llamado la atención. La idea es que te imagines la escena que nos presenta el Evangelio.

(31) “Saliendo de las tierras de Tiro, Jesús pasó por Sidón y, dando la vuelta al lago de Galilea, llegó al territorio de la Decápolis.  (32)  Allí le presentaron un sordo que hablaba con dificultad, y le pidieron que le impusiera la mano.  (33)  Jesús lo apartó de la gente, le metió los dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua.  (34)  En seguida levantó los ojos al cielo, suspiró y dijo: "Effetá", que quiere decir: "Abrete.  (35)  Al instante se le abrieron los oídos, le desapareció el defecto de la lengua y comenzó a hablar correctamente.  (36)  Jesús les mandó que no se lo dijeran a nadie, pero cuanto más insistía, tanto más ellos lo publicaban.  (37)  Estaban fuera de sí y decían muy asombrados: "Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.

Algunas ideas que te pueden ayudar a entender el texto:

- Al igual que la curación de la hija de la mujer sirofenicia de los versículos anteriores, seguimos ubicados en tierra extranjera, esta vez en la Decápolis (Literalmente “Diez Ciudades”: Era una región de diez ciudades al sureste de Galilea, cuya población era pagana). La acción salvífica de Jesús va dirigida a los paganos. Una vez más la idea de la apertura a todos sin discriminación. La universalidad de la salvación.

- En esta ocasión, la sanación es a un sordomudo. Más concretamente le trajeron a un hombre “sordo” y también con un defecto para hablar. El término que se usa para describirlo (μογιλάλον-mogilalos) lo interpretan los autores en dos sentidos: “mudo” o con un defecto para hablar: “tartamudo.”

- El sordomudo simboliza la actitud cerrada del mundo pagano frente al proyecto de Dios: sordo para escucharlo y tartamudo para proclamarlo. La sanación del sordomudo ratifica la actitud de los paganos que poco a poco abren sus oídos a la Palabra de Dios. Pero también puede simbolizar a tantos que se encuentra incapacitados para comunicarse y se encuentra muy solos. Y así como algunos llevaron a Jesús al sordomudo para que lo curara, del mismo modo debemos preocuparnos de llevar ante el Señor, a los que sufren sordera para la Palabra y  a otros mudez para proclamar la Palabra de Dios.

- En esta sanación obrada por Jesús se observa también la relación que existe con otros pasajes bíblicos. El primero del Antiguo Testamento, el de Isaías 35, 5-6. Y es precisamente este pasaje de Isaías el que citan las gentes: Es admirable todo lo que hace, los sordos oyen y hablan bien los tartamudos. Marcos subraya pues que Jesús cumple la gran esperanza prometida por Isaías. Es como una nueva creación, un hombre nuevo, ¡con oídos bien abiertos para oír y con la lengua bien suelta para hablar! Con la venida de Jesús hay un perfeccionamiento del hombre, una mejora de sus facultades: por la fe la humanidad adquiere como unos "sentidos" nuevos, más afinados.

- El otro pasaje con la que se relaciona es la sanación del ciego (Mc 8, 22-26). En ambos casos encontramos sucesivamente un mismo "apartamiento" del enfermo (7, 33; 8, 23), una misma insalivación (7, 33; 8, 23), la misma insistencia de Cristo en recomendar silencio al beneficiario del milagro (7, 36ñ; 8, 26), una misma imposición de las manos (7, 32; 8, 22, 23), una misma reacción de los amigos que "llevan" al enfermo (7, 32; 8, 22). De ambos relatos se desprende, pues, una misma lección: no oír y no ver son signos de castigo (Mc 4, 10-12; 8, 22): la curación de la vista y la del oído son signos de salvación. Pero la salvación otorgada por Dios supone una ruptura respecto al mundo: si Cristo "lleva" al mudo y al ciego "fuera" para que vean y oigan, es porque la multitud, en cuanto tal, es incapaz de ver y de oír.

- “Jesús lo apartó de la gente...” y después del milagro les “mandó que no se lo dijera a nadie…” Consigna del silencio. Hay que evitar que la muchedumbre saque enseguida la conclusión: es el Mesías. Pues este título es demasiado ambiguo. Debe ser purificado, desmitologizado por la muerte en la cruz. Cuando Cristo habrá sido crucificado, solamente entonces podrá decirse que es el Mesías. Esto sigue valiendo. No podemos ver en Jesús con ojos “demasiado humanos”, ni podemos esperar éxitos fáciles. Hay que pasar por la cruz primero.

- La curación del “tartamudo” es realizada por el Señor con gestos muy significativos y diferentes a otras curaciones: “Le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua… levantó los ojos al cielo, suspiró y dijo: ‘¡Effeta!’... Abrete".

“Gestos humanos, corporales y sensibles de Jesús. Dichos gestos hubiesen proyectado, a quienes le veían o  a nosotros, una imagen de rito mágico, pero su mirar al cielo indica la presencia de Dios y fue el mismo gesto que usó en la multiplicación de los panes (Marcos 6, 41). "Suspiró" como una profunda llamada a Dios, un momento de oración, traslucida en su cuerpo. Es una oración emotiva.


- Todos los sacramentos, son también gestos sensibles, humanos, corporales. La gracia más divina, más espiritual, pasa por esos humildes y modestos "signos". La Iglesia ha usado de algunos de estos gestos en la Liturgia. En especial en la Eucaristía (levantar los ojos) y en el bautizo (tocarle los oídos y la boca) con el rito del “Efetá”, para simbolizar que a quienes se les bautiza, se le pide a Dios que abra sus oídos para escuchar su Palabra y su boca para proclamarla.

- En ese mismo instante, los oídos del sordo se abrieron y el hombre empezó a hablar correctamente. Jesús quiere que la gente abra el oído y suelte la lengua con respecto a su Palabra, a su acción salvífica.

Meditación (¿Qué me dice a mí el texto?) Es el momento de la interiorización y personalización de la Palabra. Es dejarnos que su Palabra nos interpele, nos sacuda interiormente. Estas preguntas te pueden ayudar:

- ¿Sigo el ejemplo del Señor Jesús al ser abierto y universal, incluso con quienes son comparten conmigo mi misma fe ni ideas?

- ¿Tengo mis oídos abiertos a la escucha de su Palabra o al diálogo con los demás?  Me comunico sin “trabas” con Dios o con mis hermanos?

- ¿He llevado a la gente que no escucha al Señor ante Jesús en mi oración? ¿Soy apostólico o misionero o me encierro en mi propia zona de comodidad?

- ¿Cómo veo a Jesús? ¿Sólo tengo miradas humanas hacia su Persona o su mensaje o lo veo como mi Salvador, como el “Dios con nosotros”? ¿Tengo la capacidad de admirarme de las obras del Señor y de agradecerle sus dones?

- ¿Cuánto valoro los gestos simbólicos de los sacramentos de la Iglesia? ¿Soy capaz de ver más allá que los simples gestos humanos y descubro en ellos los signos sensibles instituidos por Cristo y trasmitidos por su Iglesia, para concedernos la gracia del Señor?

Oración (¿Qué me hace decirle al Señor el texto?). Una vez que el Señor me ha hablado con su Palabra y la he interiorizado con mi meditación, ahora se la devuelvo con mi oración de alabanza, de agradecimiento, de perdón y de súplica confiada.

“Señor, quiero darte gracias por tu Palabra. Me has retado a ser más discípulo y misionero de tu Palabra. Gracias por haberme hecho cristiano y haberme abierto los oídos y la boca. Gracias por quienes me han trasmitido esta fe. Te pedimos, Señor, por todos aquellos que están cerrados tu mensaje… por quienes no creen en Ti, por quienes son indiferentes a tu Palabra, por quienes se han alejado de tu Iglesia, por quienes la conocen, pero distorsionadamente, en fin, por todos los que tienen impedimentos para oírte y oír a tu Iglesia. Te pido perdón por las veces en la que me encerrado a dialogar contigo y a no estar atento a la escucha de los demás; por las veces en la que no me he comunicado correctamente y me he mantenido asilado de mis hermanos. Te alabamos Señor, porque todo lo hace bien, haces cosas buenas y hermosas, Te alabamos Señor, porque cuidas lo que has creado y nos muestras su belleza.”

Contemplación (¿Qué inspira en mi vida la Palabra?). Es el momento de mirar mi propia vida a la luz de la Palabra y movernos a la conversión. Podemos empezar imaginándonos la escena, siendo nosotros mismos los “sordos y tartamudos”. Recordamos a quienes nos llevaron ante el Señor para nuestra sanación, para nuestro bautismo o nuestra conversión. Sacamos propósitos de ser nosotros portadores a los demás de esta Buena Nueva del Señor y miramos nuestra vida, nuestra comunicación con Dios o con mis hermanos o compañeros de trabajo…. Y nos proponemos ser mejor “escucha”, derribando las barreras que nos impiden comunicarnos

miércoles, 26 de enero de 2011

Solidaridad: “No hay amor más grande…”

Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada a cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, que es bueno con los ingratos y los pecadores. 
(Lucas 6, 35)

 
¡Cuánto valoramos una mano amiga ante las necesidades! ¡Qué bien nos hemos sentido cuando alguien nos ha ayudado o hemos ayudado a alguien en momentos de dificultad! En ambos momentos hemos percibido el valor de la SOLIDARIDAD.

Precisamente de ese valor quisiera compartir contigo esta reflexión.

Quisiera comenzar recordando la historia de San Maximiliano María Kolbe. (Polonia, 8 de enero de 1894 - Auschwitz, 14 de agosto de 1941). Fue un fraile franciscano conventual polaco muerto por los nazis en un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Un ejemplo emblemático de SOLIDARIDAD. Para ello te invito a ver este video y luego que sigas leyendo la reflexión que te dejo sobre este valor.


La solidaridad la define el diccionario como: “adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros”. Es un sentido de pertenencia a la sociedad que inclina a la persona a sentirse unido a sus semejantes y a colaborar con ellos.

La solidaridad no es una obligación ni un sentimiento superficial. No se puede ver como un simple deber por pertenecer a un grupo (familiar, laboral, político o religioso), ni como un sentimiento que me nace cuando veo a los demás ante necesidades. Es más bien una actitud de entrega, de apoyo, de colaboración que se asume voluntariamente, de forma constante y que supone generosidad.

En la tragedia del estado Vargas (Venezuela), en el año 1999, así como en los diversos embates de la naturaleza que nuestro pueblo ha sufrido, hemos visto la solidaridad del venezolano y de los otros pueblos de Latinoamérica y del mundo. Sin embargo, ser solidario no puede circunscribirse sólo a momentos de aprieto. Seremos verdaderamente solidarios, si habitualmente apoyamos a los demás. Si nuestra conciencia nos hace un llamado reiterado a la igualdad, a buscar soluciones para aliviar la pobreza, la marginación y la falta de recursos de otros seres humanos.

La solidaridad no puede ser tampoco un mero sentimentalismo. No es que no se deba “experimentar sentimientos” ante las necesidades ajenas. Eso es humano. Lo malo es otorgar a los sentimientos la dirección de la conducta. Que sean ellos los que desencadenen nuestras respuestas o utilizarlos como criterio para la acción. Si así fuese, cuando “no sienta nada” no me moveré a socorrer y actuaré indiferente ante las dificultades ajenas. Más bien debemos pasar del corazón a la razón y de ahí a la acción comprometida.

Quizá la mejor manera de poder lograr el hábito de la solidaridad es comprometerse como voluntario en un grupo organizado. Por ejemplo, en la acción social parroquial,  en los consejos comunales, en los bomberos, en los hospitales o en cualquier otro que exista, que nos brinde un espacio para la solidaridad. Ningún ser humano nos debe ser indiferente, siempre habrá una forma de manifestar nuestra solidaridad.

Hace algún tiempo un joven, hablándole de la importancia de ser solidario con los demás, me dijo que se le hacía difícil vivirla y practicarla, porque no siempre veía a una “viejita” cruzar una calle para apoyarla. La solidaridad no es meramente circunstancial. Implica compartir tiempo, espacio y energía con todos los demás miembro de la sociedad, cooperar y comprometerse. Todos, de alguna manera, podemos poner nuestro “granito de arena” para paliar el sufrimiento ajeno y ayudar al prójimo en sus necesidades.

Vivir la solidaridad llena el corazón de seguridad, estímulo y paz. ¿Quién no ha experimentado la alegría de poder ser útil a los otros y ver sonreír a quien se apoya o ayuda ante la adversidad? Uno se ve estimulado a auxiliar a los demás de manera frecuente y se posee la convicción de que es la manera correcta de obrar en esas circunstancias.

En la solidaridad el interés por los demás debe ser genuino, sin motivaciones ocultas que puedan enturbiar la ayuda prestada. Si somos solidarios con los demás para conseguir “votos”, “fama”, “prebendas”, etc, dejamos de ser solidarios para convertirnos en interesados, usureros, aprovechados, en fin, miserables. Eso suele proyectarse, verse a flor de piel, cuando la solidaridad no es verdadera. Se le identifica con el egoísta, con el que no presta ayuda. Y no podemos olvidar que el egoísmo es pagado por los demás con frialdad, lejanía y aislamiento. Se recoge lo que se siembra.

La solidaridad debe prestarse en la vida diaria y de todas las formas posibles. A veces es más fácil prestar ayuda a gente lejana a nosotros que a esas otras que se convive a diario. La familia, el trabajo o la comunidad son espacios magníficos en la que podemos ser solidarios de forma habitual. Con los que cohabitamos podemos dar diversas manifestaciones de solidaridad. Por ejemplo, hasta de manera verbal. Dar apoyo moral, escucha atenta, acompañamientos, servicios, etc.

Finalmente, tendríamos que aprender a pedir ayuda. Que sean solidarios con nosotros depende de nosotros mismos. No conviene suponer que se darán cuenta, ni dejarse llevar por el orgullo del que piensa que sólo saldrá adelante.

Preguntas que pueden ayudar a interiorizar este valor de la solidaridad: ¿Me siento responsable por la suerte de los demás? ¿Detecto y me duele cualquier injusticia que se cometa con una persona? ¿Tengo la determinación de trabajar por los demás, por la sociedad, por el bien común? ¿Dedico tiempo y espacio a obras de solidaridad?

lunes, 24 de enero de 2011

Lectura orante de Marcos 7, 24-30

Te ofrezco la primera lectura orante en el blog "Palabra y valores". Comenzamos por el texto que próximamente haré con mi comunidad, así te hacemos partícipes de nuestra experiencia parroquial.


Invocamos, antes de iniciar la lectura, al Espíritu Santo para que nos ayude a interiorizar y profundizar en su Palabra. Él fue quien la inspiró. Roguémosle que nos ayude a comprenderla y a vivirla.

Lectura (¿Qué dice el texto?): Leemos el texto con pausa y atención, con la intención de escuchar al Señor que nos habla a través de su Palabra.

(24) “Jesús decidió irse hacia las tierras de Tiro. Entró en una casa, y su intención era que nadie lo supiera, pero no logró pasar inadvertido.  (25)  Una mujer, cuya hija estaba en poder de un espíritu malo, se enteró de su venida y fue en seguida a arrodillarse a sus pies.  (26)  Esta mujer era de habla griega y de raza sirofenicia, y pidió a Jesús que echara al demonio de su hija.  (27)  Jesús le dijo: "Espera que se sacien los hijos primero, pues no está bien tomar el pan de los hijos para echárselo a los perritos.  (28)  Pero ella le respondió: "Señor, los perritos bajo la mesa comen las migajas que dejan caer los hijos.  (29)  Entonces Jesús le dijo: "Puedes irte; por lo que has dicho el demonio ya ha salido de tu hija.  (30)  Cuando la mujer llegó a su casa, encontró a la niña acostada en la cama; el demonio se había ido”

Algunas ideas que te pueden ayudar a entender mejor el texto:

Ubiquemos el pasaje: Jesús está en “las tierras de Tiro”, o sea, no se encuentra en su tierra. Está en tierra extranjera. Esta ubicación no es secundaria. Después del problema del legalismo judío parece como si el evangelista quisiera orientar la mirada de sus lectores hacia el mundo pagano. De hecho con este episodio comienza Jesús una larga correría apostólica, incluso en tierras extranjeras.

El Señor “entró en una casa” para ocultarse, pero no le fue posible. Jesús no busca las acciones brillantes. Siempre el secreto mesiánico, resaltado en varias ocasiones por el evangelista Marcos. La obra de Dios es una labor escondida, que no hace ruido... ni busca hacerlo.

El encuentro de Jesús con una mujer extranjera y de otra religión es también significativo. El Señor supera las fronteras del territorio nacional y acoge a una mujer extranjera que no pertenece al pueblo y con la que estaba prohibido conversar. Estas iniciativas de Jesús, nacidas de su experiencia de Dios como Padre, eran extrañas para la mentalidad de la gente de la época. Jesús ayuda a la gente a abrir su manera de experimentar a Dios en la vida.

La buena mujer se le acerca con fe, para pedirle la curación de su hija, que está poseída por el demonio. Jesús pone a prueba esta fe, con palabras que a nosotros nos pueden parecer duras (los judíos serían los hijos, mientras que los paganos son comparados a los perritos), pero que a la mujer no parecen desanimarla. A Jesús le gusta su respuesta sobre los perritos que también comen las migajas de la casa y le concede lo que pide. Lo que puede la súplica de una madre. La de esta mujer la podemos considerar un modelo de oración humilde y confiada.

A los contemporáneos de Jesús el episodio les muestra claramente que la salvación mesiánica no es exclusiva del pueblo judío, sino que también los extranjeros pueden ser admitidos a ella, si tienen fe. No es la raza lo que cuenta, sino la disposición de cada persona ante la salvación que Dios ofrece.

Lo que Jesús dice de que primero son los hijos de la casa es razonable: la promesa mesiánica es ante todo para el pueblo de Israel. También Pablo, cuando iba de ciudad en ciudad, primero acudía a la sinagoga a anunciar la buena nueva a los judíos. Sólo después pasaba a los paganos.

Para nosotros también es una lección de universalismo. No tenemos monopolio de Dios, ni de la gracia, ni de la salvación. También los que nos parecen alejados o marginados pueden tener fe y recibir el don de Dios. Esto nos tendría que poner sobre aviso: tenemos que saber acoger a los extraños, a los que no piensan como nosotros, a los que no pertenecen a nuestro círculo.

Igual que la primera comunidad apostólica tuvieron sus dudas sobre la apertura a los paganos, a pesar de estos ejemplos diáfanos por parte de Jesús, también nosotros a veces tenemos la mente o el corazón pequeños, y nos encerramos en nuestros puntos de vista, cuando no en nuestros privilegios y tradiciones, para negar a otros el pan y la sal, para no reconocer que también otros pueden tener una parte de razón y sabiduría.

Deberíamos corregir nuestra pequeñez de corazón en el ámbito familiar (por ejemplo en las relaciones de los jóvenes con los mayores), en el trato social (los de otra cultura y lengua), en el terreno religioso (sin discriminaciones de ningún tipo).

Para tu meditación (¿Qué me dice a mí el texto?): Estas preguntas te pueden ayudar ahora a  interiorizar la Palabra. Es hacer una revisión de tu vida a la luz de lo que leíste, con ayuda de la ideas o sin ellas.

¿Mi oración es sencilla como la de mujer sirofenicia? Ante mis dificultades y problemas, ¿confío en el Señor? ¿Acudo a Él con la confianza y la humildad que hoy me muestra en su Palabra? ¿Ruego al Señor pidiendo por los demás, especialmente por mi familia, como la hacía la mujer?

Para tu oración (¿Qué me hace decirle al Señor el texto?): Después que le ocupamos unos minutos a la meditación e interiorización de la Palabra, ahora es hora de invocar, suplicar y agradecer al Señor por su Palabra. La idea en este momento es que, usando las cosas que Jesús te haya inspirado o te haya hecho pensar, formules una oración espontánea y libre. En ella puedes pedir o suplicar, puedes dar gracias, puedes solicitar perdón al Señor o simplemente alabarle.

Te puede servir esta oración o cualquier otra que nazca de tu corazón: “Señor, enséñame a ser católico (universal).  A estar abierto a las necesidades de mis hermanos y no cerrarme a particularismos que me impiden ser como tú. Jesús, humildemente, reconociendo mis miserias, mis limitaciones, te suplico por……. (coloca tus intenciones). Escucha atentamente mis oraciones, pues confío plenamente en ti, Señor. Perdóname, por la veces que he sido egoísta y excluyente. Te doy gracias, Jesús, por tu Palabra de hoy y por las gracias que me has inspirado” Amén.

Finalmente, contempla la escena…Imagínate siendo la mujer sirofenicia, suplicando por tus necesidades. Haz un propósito a la luz de esta Palabra. Quizá la ser más misionero, como Jesús y la estar abierto a las necesidades de los demás en esta semana.

Próximamente, en los comentarios a esta entrada del blog, agregaré alguna otra idea que me surja a mí o cualquiera de mis hermanos de la comunidad parroquial con quienes practicaré esta Lectura Orante.

domingo, 23 de enero de 2011

¿Qué entendemos por Palabra de Dios?


“Mi alegría está en tus preceptos, no me olvido de tus palabras”
(Sal 119, 16)

Hace días, mi hermano me preguntaba por el sentido de los 7 días de la creación de la Biblia. La inquietud le surgió por un compañero evangélico del trabajo. Le intenté dar una explicación sencilla sobre la naturaleza sagrada y revelada de la Sagrada Escritura, que no había contradicción entre los datos de la ciencia y la Biblia, sobre el sentido de los números y sobre la intención litúrgica del escrito. Creo que finalmente entendió que para comprender los escritos bíblicos, el camino fundamentalista no era el mejor. Me alegré de que al parecer su compañero le despertara, al menos, una inquietud por la Biblia.

Si estás leyendo este artículo del blog, me imagino que tú también tienes alguna inquietud por ella. Así espero. Y desde ya te digo que la Biblia es la Palabra de Dios. Se dice rápido y quizá por mucho oírlo no lo hemos interiorizado y profundizado demasiado. Pero es así: es una carta de Dios a los hombres, pero envuelta en palabras humanas. Aunque, a decir verdad, más que un libro es la vida del Pueblo de Israel que descubre al Señor, que lo busca y se relaciona con Él.

Ese pueblo, reconoció en sus experiencias humanas, en la historia, la intervención salvadora y liberadora de Dios. La historia de Israel (historia sagrada, historia de salvación) es la “Palabra de Dios”. En ella Dios se va manifestando, revelando progresivamente: a sí mismo y su voluntad de salvación.

Antes de ser consignados por escrito, estos hechos, estas “palabras” se trasmitieron oralmente, sin escritura alguna, durante años y siglos. Las palabras escritas, los libros, recogen esa historia sagrada.

Los autores que escribieron los libros de la Biblia, pusieron por escrito, bajo la inspiración de Dios, los acontecimientos vividos por ellos mismos o recogidos por la tradición. Dios influyó activamente en los autores de la Biblia. Por medio de ellos, respetándolos totalmente como autores plenamente humanos y libres, Él nos expresaba su pensamiento, nos comunicaba su mensaje de salvación.

Esa intervención divina en los autores humanos (inspiración) consistía en que Dios incitaba y dirigía la redacción de esos libros de modo que contenga, finalmente y sin error, lo que Dios ha querido trasmitir en ellos. Es en este sentido que decirnos que Dios es el autor de la Biblia, pues Él los ha querido tal y como son y se deben a Él.

Por eso la Iglesia afirma: “En la redacción de los libros sagrados, Dios eligió a hombres, que utilizó usando de sus propias facultades y medios, de forma que obrando El en ellos y por ellos, escribieron, como verdaderos autores, todo y sólo lo que Él quería.” (Concilio Vaticano II, Constitución sobre la Divina Revelación, 11). De allí que la Iglesia insiste que habría que investigar cuidadosamente qué pretendieron realmente expresar los autores humanos y qué es lo que Dios quiso manifestar con las palabras de ellos.

En la historia se da un momento de plenitud, en el que Dios nos habla en persona. Ese "acontecimiento" histórico único: es Jesús de Nazaret.

Jesús de Nazaret es un "acontecimiento" que pertenece a la historia de la humanidad, no sólo al pueblo de Israel. Los que vivieron con él, sólo después de su muerte y resurrección, "entendieron" en profundidad lo que Jesús hacía y decía.

Vieron en definitiva que en Jesús de Nazaret, Dios nos decía su última Palabra, nos hacía su máxima revelación, nos daba la mayor muestra de su presencia y amor: Jesús es el Dios que por amor nos viene a salvar.

Esto es lo que expresaron en el Nuevo Testamento, sobre todo en los Evangelios, las primeras comunidades. Allí dejaron constancia por escrito (Palabra de Dios escrita) de los hechos y palabras de Jesús que consideraron más importantes, y del sentido ("revelado" por Dios) que tenían aquellos hechos.

Así lo expresa una carta de la primera comunidad cristiana, la de los hebreos “En múltiples ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por medio de su Hijo” (1, 1-2)

Para concluir, te invitaría a que pensaras ¿En qué disposición te encuentras para acoger la Palabra de Dios? ¿Cómo podemos aprender a descubrir y a escuchar la Palabra de Dios escrita en la Biblia?

En otra oportunidad escribiré algo más que pueda ayudarte (ayudarnos) a conocer un poco la Sagrada Escritura, antes de empezar a leer, meditar, orar y actuar la Palabra de Dios con textos concretos o con citas que me sugieras.

viernes, 21 de enero de 2011

Armonía, equilibrio humano

"Tú lo dispusiste todo con medida, número y peso" 
(Sabiduría 11, 20)

Hoy está muy en boga cursos de crecimiento personal, autoestima, relajación y todo un sinfín de talleres, libros, conferencias y referencias web que invitan a las personas a buscar formas y métodos de alcanzar la ARMONÍA interior, con la naturaleza y con su entorno social. Esto revela cuánta necesidad se está experimentando de estos temas.

Abordar el tema de la ARMONÍA pareciera redundar, llegar tarde o querer estar a la moda. Pero ciertamente no es así. Sólo pretendemos dar un pequeño aporte desde el punto de vista de los valores humanos y contribuir  modestamente a no quedarnos en lo sentimental, esporádico o lo circunstancial de los cursos que nos manden desde la empresa o que los gustos del momento nos invitan. 

La ARMONÍA estrictamente hablando no es un valor, sino más bien la presencia equilibrada de otros valores que proyectan a la persona humana como una persona serena, objetiva, madura y con gran dominio sobre sí mismo. ARMONÍA es la perfecta conjunción de las partes de un todo para lograr un fin único que muestra la realidad con toda su belleza.

En el lenguaje común se habla de armonía cuando hay combinación de sonidos, ritmos y acentos que resulta grato al oído. Decimos que un concierto o en una interpretación musical hubo armonía. En el ser humano es tener buen gusto, moderación, paz interior, concordia, orden, etc.

La ARMONÍA, abordada como valor humano, es belleza, equilibrio y medida. Por eso está reñida con lo estridente y lo chabacano. Una persona armónica es quien posee una justa jerarquía de valores y un orden en el amor: primero y sobretodo, Dios; luego la familia, los amigos, los compañeros de trabajo o comunidad, los compatriotas, etc.

La armonía produce paz, seguridad y confianza. Por eso hace al ser humano agradable y amable. Ayuda a la empatía entre las personas que se relacionan con el "armónico". 

Una personalidad armónicamente desarrollada es aquella en la que todas las dimensiones humanas están en equilibrio: el cuerpo, el espíritu, los sentimientos, la mente, la sociabilidad. Igualmente en la propia vida se integran en un único proyecto lo personal, familiar y profesional. La sinergia entre esos factores produce un resultado maravilloso: efectividad y felicidad (al menos bienestar). 

Conocí hace años a un amigo que me proyecta esas ideas de "armonía". En él siempre vi mezclados su vida académica, su espiritualidad, su vida social (aunque ésta última me consta que se le hizo o hace cuesta arriba, pero con su esfuerzo y sincera intención ha logrado resultados maravillosos). 

Existe una armonía vivificante cuando se logra equilibrio entre el ser, hacer y tener. Cuando se cuidan los diversos roles que desempeñamos en la vida y ninguno de ellos crece a expensa del otro. Podríamos conocer personal o públicamente a personas que se han labrado muchos éxitos profesionales, pero en su vida privada o afectiva han ido de fracasos en fracasos o habernos topado con amigos que se han entregado con empeño a la familia, pero no han sido exitosos en la vida profesional. Estos ejemplos no son aleccionadores para tenerlos como imagen de la "armonía personal".

Otra área en donde podemos observar la armonía personal son los tópicos sociales: hay una forma de conducirse en las relaciones humanas, hay unas normas que respetar tanto en el actuar, en el hablar o en el vestir. Pues bien, hay "amornía personal" cuando no despreciamos esos elementos, pero tampoco renunciamos a nuestros propios estilos y a nuestra personalidad. 

Seguramente alguna vez nos hemos sentido incómodos cuando hemos tenido que actuar ante los demás, por respetar una etiqueta; pero igual posiblemente hayamos puesto la cómica cuando nos hemos sobrepasado de "originales". La armonía se trasluce cuando hemos sido nosostros mismos, sin irrespetar a los demás ni el momento. 

Finalmente, si a la armonía personal se le añade ritmo, vibración, energía, la vida se convierte en una aventura maravillosa. Una persona armónica no es una persona fastidiosa ni tediosa, sin metas ni ideales. Más bien el auténticamente armónico pone su alegría y entusiasmo, su trabajo y esfuerzo al servicio de un ideal que valga la pena. Así la vida es realmente apasionante, incluso en las dificultades vividas. 

Algunas preguntas que pueden ayudarte a interiorizar sobre la ARMONÍA: 
- ¿Sé armonizar mi trabajo y responsabilidades profesionales con mi hogar y la sana diversión?
- ¿Existe equilibrio entre lo que pienso y lo que siento?
- ¿Procuro mantenerme transparente y mostrarme tal como soy sin ser burdo o ramplón?
- ¿Soy objetivo al juzgarme o al juzgar a los demás?
- ¿Soy amable con los demás, sin llegar a ser adulante?

Mi experiencia con la Lectio Divina

Una manera que he encontrado para orar y enseñar a orar con la Palabra de Dios ha sido la "Lectio Divina" o "Lectura Orante de la Palabra". La he usado en la comunidad del Seminario durante dos años y ya cumpliremos un año utilizándola con la comunidad parroquial en donde estoy sirviendo en los actuales momentos. 

Ha sido de gran provecho para mi ministerio y mi comunidad. La gente más sencilla, no sólo ha entendido bien el método, sino que que se ha entusiasmado con la Biblia, ante la cual experimentaban temores y dudas. También nos ha servido para tener una experiencia de unidad y comunión entre quienes la realizamos semanalmente. 

Te dejo un link que te puede ayudar a entender mejor el método. ¿Qué es la "Lectio divina"? Sin embargo, no quisiera que abordaras esta "experiencia" propiamente con la frialdad que inspira la palabra "método". Va mucho más allá que eso. Es una forma de entender mejor la Biblia y de orar a partir de ella. Es dejar que la Palabra de Dios anime e interpele nuestras vidas y nuestras comunidades. Es una forma, no la única, de estar en sintonía con Dios y permitir que Él nos hable, nos renueve, nos interpele y nos anime. 

En muchas ocasiones, tanto a mis hermanos de la comunidad parroquial como a mí, la Palabra de Dios nos ha dejado pasmados. Nos ha dado la respuesta que necesitábamos, nos ha iluminado las situaciones vividas a diario, nos ha animado cuando hemos llegado tristes y preocupados, nos ha dado tranquilidad y serenidad ante situaciones que habitualmente nos inquietaban y angustiaban. 

Con la comunidad con la que actualmente vivo esa experiencia, hemos escogido el Evangelio de San Marcos desde el mes de abril del año 2010. Ya vamos a cumplir un año y apenas vamos por el capítulo 7. Por eso no se trata de "correr" en su lectura. Hay que "saborear" cada palabra, cada gesto del Señor, cada sentimiento de Jesús o de los suyos.

Sencillamente anunciamos el texto que leeremos la semana siguiente. Al llegar el día y la hora, INICIAMOS con una oración e invocación al Espíritu Santo. Luego LEEMOS (qué nos dice el texto) y hasta releemos la Palabra, hacemos ecos (repetimos la frase o palabra que más nos haya llamado la atención). Posteriormente nos hacemos preguntas sobre el sentido de lo que hemos leído, sobre sus personajes, sobre las palabras que no hayamos entendido. En algunos momentos he aportado explicaciones que pudieran hacernos entender mejor lo abordado. Después seguimos con la MEDITACIÓN (qué me dice a mí el texto). Cada quien de manera libre comparte lo que la Palabra le ha dicho, confrontando el mensaje con la vida. Pasamos seguidamente a la ORACIÓN (qué me hace decir el texto). En este momento, y a la luz de la Palabra, le expresamos al Señor lo que necesitamos, le damos gracias por lo que nos ha comunicado o nos ha hecho vivir, le pedimos perdón por lo que no hemos vivido o actuado y que la Palabra nos ha hecho entender. Y finalmente CONTEMPLAMOS la Palabra usando la imaginación y sacamos propósitos.

Esta práctica me hace pensar en aquel pasaje que afirma: "La palabra está cerca muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas" (Dt 30, 14). En la boca para la lectura, en el corazón para la meditación y la oración, en la práctica para la contemplación.

Te invito a que conozcas la Palabra de Dios a través de este sencillo método o experiencia. Verás que te gustará y te servirá de mucho.  

Un servicio más

El papa Benedicto XVI instó a los sacerdotes a apropiarse de internet, explotando todas sus posibilidades, pero "con prudencia", en su mensaje con motivo de la 44ª jornada mundial de las comunicaciones sociales, celebrada por la Iglesia el 16 de mayo de 2010.

Los sacerdotes deben "recurrir con prudencia a las singulares oportunidades ofrecidas por la comunicación moderna". "Que el señor haga de ustedes heraldos apasionados de la Buena Nueva (evangelio) igualmente en la nueva 'ágora' creada por los medios actuales de comunicación".

El Papa recomendó a los sacerdotes estar presentes en la Red "en fidelidad constante con el mensaje evangélico". Se trata de "anunciar el evangelio sirviéndose, junto a los medios tradicionales, del aporte de la nueva generación de medios audiovisuales (fotos, vídeos, animaciones, blogs, portales internet)", "herramientas indispensables para la evangelización y la catequesis", según el Papa.

Esta es la razón por la que ahora ofrezco humildemente ESTE NUEVO SERVICIO DE MI MINISTERIO. Y lo hago desde mi propia experiencia con la Palabra de Dios y con la formación ética-moral de jóvenes, militares y seminaristas, uniéndolo con el contacto que he tenido con las redes sociales que hoy se ofrecen. 

Espero que quienes lean o sigan este blog, les pueda ayudar a reflexionar, orar y trabajar por los demás.