lunes, 12 de agosto de 2013

Cumplir con la sociedad, a ejemplo de Jesús



Mateo 17:24-27
Cuando Jesús y sus discípulos llegaron a Cafarnaúm, los que cobraban el impuesto para el templo fueron a ver a Pedro, y le preguntaron: —¿Tu maestro no paga el impuesto para el templo? —Sí, lo paga —contestó Pedro. Luego, al entrar Pedro en la casa, Jesús le habló primero, diciendo: —¿Tú qué opinas, Simón? ¿A quiénes cobran impuestos y contribuciones los reyes de este mundo: a sus propios súbditos o a los extranjeros? Pedro le contestó: —A los extranjeros. Jesús añadió: —Así pues, los propios súbditos no tienen que pagar nada. Pero, para no servir de tropiezo a nadie, vete al lago, echa el anzuelo y saca el primer pez que pique. En su boca encontrarás una moneda, que será suficiente para pagar mi impuesto y el tuyo; llévala y págalos.
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a) Después de un nuevo anuncio de su muerte y resurrección -que entristece mucho a sus discípulos-, el pasaje de hoy se refiere al pago de un tributo por parte de Jesús.
Desde tiempos de Nehemías era costumbre que los israelitas mayores de veinte años pagaran, cada año, una pequeña ayuda para el mantenimiento del Templo de Jerusalén: dos dracmas (en moneda griega) o dos denarios (en romana). Era un impuesto que no tenía nada que ver con los que pagaban a la potencia ocupante, los romanos, y que recogían los publicanos.
Jesús pagaba cada año este didracma a favor del Templo, como afirma en seguida Pedro. Cumple las obligaciones del buen ciudadano y del creyente judío. Aunque, como él mismo razona, el Hijo no tendría por qué pagar un impuesto precisamente en su casa, en la casa de su Padre. Pero, para no dar motivos de escándalo y crítica, lo hace. En otras cosas no tiene tanto interés en no escandalizar (el sábado, el ayuno). Pero no se podrá decir que apareciera interesado en cuestión de dinero.
Lo del pez resulta difícil de explicar: probablemente, se refiere a una clase de peces con la boca muy ancha y que, a veces, se encontraban con monedas tragadas. En esta ocasión, encuentran un «estáter», que valía cuatro dracmas, lo suficiente para pagar por Jesús y por Pedro, con quien se ve que tiene una relación muy especial.
b) El pequeño episodio nos recuerda, por una parte, cómo Jesús se encarnó totalmente en su pueblo, siguiendo sus costumbres y normas. Como cuando fue circuncidado o presentado por sus padres en el Templo, pagando la ofrenda de los pobres. También en lo civil recomendó: «dad al César lo que es del César».
Aunque la enseñanza principal de Jesús fue cumplir la voluntad de Dios sobre nuestra vida: les anuncia a los suyos su disponibilidad total ante la misión que se le ha encomendado, salvar a la humanidad con su muerte y resurrección.
También a nosotros nos toca cumplir las normas generales de convivencia social, por ejemplo, las referentes a los tributos. No sólo por evitar sanciones, sino porque «la corresponsabilidad en el bien común exige moralmente el pago de los impuestos, el ejercicio del derecho al voto y la defensa del país» (Catecismo n. 2240).
Y, como en el evangelio de hoy se trata de un impuesto religioso, el de la ayuda al culto del Templo, es útil recordar que todos nos deberíamos sentir corresponsables de las necesidades de la comunidad eclesial, colaborando de los diversos modos que se nos proponen: trabajo personal, colectas de dinero para el mantenimiento del culto, la formación de los ministros, las actividades benéficas, las misiones, etc.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS





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