martes, 2 de diciembre de 2014

Jesús sana y multiplica los panes


San Mateo 15,29-37

«Pasando Jesús de allí, vino junto al mar de Galilea, y subiendo al monte, se sentó allí. Y vinieron a El grandes multitudes trayendo consigo cojos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos y los pusieron a Sus pies y El los sanó; de modo que la muchedumbre se maravilló al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban restaurados, los cojos caminaban y los ciegos veían; y glorificaron al Dios de Israel. 
Entonces Jesús, llamando junto a El a Sus discípulos, les dijo: "Tengo compasión de la multitud, porque ya hace tres días que están aquí y no tienen qué comer; y no quiero despedirlos sin comer, no sea que desfallezcan en el camino." Y los discípulos Le dijeron: "¿Dónde podríamos conseguir en el desierto tantos panes para saciar a una multitud tan grande?" "¿Cuántos panes tienen?" les preguntó Jesús. Ellos respondieron: "Siete, y unos pocos pececillos." 
Y El mandó a la multitud que se sentara en el suelo; tomó los siete panes y los peces, y después de dar gracias, los partió y empezó a dar los a los discípulos, y los discípulos a las multitudes. Comieron todos y se saciaron; y recogieron de lo que sobró de los pedazos, siete canastas llenas.»
Palabra del Señor 
Gloria a Ti, Señor, Jesús

a) Hoy hemos escuchado cómo Jesús sano a muchos enfermos y multiplicó panes y peces para que todos pudieran comer. Con Él ha llegado la plenitud de los tiempos y ha traído a todos la salvación y la paz. 

La gracia del Adviento y de la Navidad, con su convocatoria y su opción por la esperanza, nos viene ofrecida desde nuestra historia concreta, desde nuestra vida diaria. Como a la gente que acudía a Jesús y que él siempre atendía: enfermos, tullidos, ciegos. Gente con un gran cansancio en su cuerpo y en su alma. ¿Como nosotros? Gente desorientada, con experiencia de fracasos más que de éxitos. ¿Como nosotros?

b) Tendríamos que «descongelar» lo que rezamos y cantamos. Cuando decimos «ven. Señor Jesús». deberíamos creerlo de veras

El Adviento no es para los perfectos, sino para los que se saben débiles y pecadores y acuden a Jesús, el Salvador. Él, compadecido, enjugará lágrimas, dará de comer, anunciará palabras de vida y de fiesta y acogerá también a los que no están muy preparados ni motivados. No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos.

Pero también podemos pensar: nosotros, los cristianos, con nuestra conducta y nuestras palabras, ¿contribuimos a que otros se sientan invitados a la esperanza? ¿enjugamos lágrimas, damos de comer, convocamos a fiesta, curamos heridas del cuerpo y del alma de los que nos rodean? ¿multiplicamos, gracias a nuestra acogida y buena voluntad, panes y peces, los pocos o muchos dones que tenemos nosotros o que tienen las personas con las que nos encontramos? Si es así, si mejoramos este mundo con nuestro granito de arena, seremos signos vivientes de la venida de Dios a nuestro mundo, y motivaremos que al menos algunas personas glorifiquen a Dios, como hicieron los que veían los signos de Jesús.

c) Señor Jesús, venimos a ti, fatigados por nuestras limitaciones, afligidos por nuestras culpas, desilusionados de tantas "mesas" en las que no saciamos nuestra hambre ni apagamos nuestra sed. Te pedimos nos consueles y cures con tu amor, que nos sacies con tu pan y que apagues nuestra sed en la fuente de tu Espíritu.

Acrecienta en nosotros la feliz esperanza, la tensión por el banquete de vida plena y definitiva que, con el Padre, preparas para todos los pueblos. Te bendecimos por tu compasión con los pobres y enfermos con la que nos revelas la bondad misericordiosa del Padre.
Te bendecimos también por el pan de cada día, signo de tu solicitud con nosotros.

Te pedimos que refuerces nuestra caridad para que, en nuestro compartir y en el servicio, podamos ser auténticos testigos de tu gran corazón de pastor que sana y apacienta sus ovejas. Amén

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