miércoles, 18 de marzo de 2015

José, hombre justo

         

San Mateo 1,16. 18-21. 24

Jacob fue padre de José, el marido de María, y ella fue madre de Jesús, al que llamamos el Mesías. 
El origen de Jesucristo fue éste: María, su madre, estaba comprometida para casarse con José; pero antes que vivieran juntos, se encontró encinta por el poder del Espíritu Santo. José, su marido, que era un hombre justo y no quería denunciar públicamente a María, decidió separarse de ella en secreto. Ya había pensado hacerlo así, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, descendiente de David, no tengas miedo de tomar a María por esposa, porque su hijo lo ha concebido por el poder del Espíritu Santo. María tendrá un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Se llamará así porque salvará a su pueblo de sus pecados.» 
Cuando José despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado.
Palabra del Señor
Gloria a Ti, Señor, Jesús

a) Hoy la Iglesia celebra la solemnidad de San José. Por ello el Evangelio nos invita a centrar la atención en la personalidad de José, su actitud ante el misterio de Dios y ante la misión que le es encomendada. José se muestra como lo que es: un hombre "justo", un hombre "bueno".

José se ve en la presencia de lo divino y reacciona con temor y estupor ante lo sagrado. El "justo" se sitúa así ante Dios: se siente pecador, indigno, y se retira. Porque José es justo y bueno, se siente obligado a retirarse; no tiene derecho a retener a María como suya porque Dios ha tomado posesión de ella; no puede figurar como padre de la criatura que es sólo de Dios.

Y porque es "justo" y bueno comprende que no puede romper con María por el procedimiento legal, pues, o tendría que revelar el misterio, o expondría a María a unas sospechas injustas; cualquiera de estas dos cosas era injusta. Por eso, como esto ocurría "antes de vivir juntos", decidió dejarla en secreto".

De todo esto resulta que lo que José tiene que superar es su propio miedo religioso, su conciencia de indignidad y de pequeñez. Las palabras del ángel tienen precisamente esta función. De ahí que comiencen con un no temas, no tengas reparo, invitando a José a la convivencia con María bajo el mismo techo.

Pero las palabras del ángel no se limitan a liberar a José de su miedo religioso: le confían, además, la tarea de dar nombre al niño que hay en María. La acción de dar nombre constituía en el ámbito semita el momento genuino de la paternidad.

b) La vida de san José cambió tras escuchar el mensaje del ángel. ¿En qué actitud escuchó ese mensaje? En el silencio. José dormía: sus sentidos exteriores estaban descansando, pero a la vez estaba en disposición de oír al ángel. ¡Qué lección para la humanidad, que vive envuelta en el ruido y ajetreo de todos los días!

También la actitud de José ante el misterio es una invitación a que nosotros nos pongamos ante Dios y la misión que nos encomienda con humildad. No podemos siempre comprender con la razón todos los planes de Dios. Hemos de rendirnos ante él y pedirle su luz ante aquello que no logramos entender. Estar dispuestos a ser dóciles a los planes de Dios cuando se nos presente en la oración o a través de otros o los diversos acontecimientos de la vida.

Este pasaje es uno de los pocos que nos habla de san José. Su vida, como la de tantos cristianos, se llevará a cabo en medio de la sencillez, del trabajo diario, de las relaciones familiares… Una vida humilde, lejos de los faros de luz… De esta forma, con esta Solemnidad, la Iglesia quiere recordarnos que todos estamos llamados a la santidad, en medio de la vida ordinaria. La santidad no es sólo para los sacerdotes, religiosos, consagrados… ¡la santidad es para todos!

c) Gracias, Señor, por dar a tu Iglesia la figura de San José. Gracias porque me enseñas que la fe, la obediencia, el silencio y el trabajo, no son virtudes difíciles de conseguir sino que son virtudes que todos podemos alcanzar, con tu gracia y con nuestro esfuerzo. Ayúdame a que, en medio de las actividades del día, pueda encontrar un momento para unirme a ti y escuchar cuál es tu voluntad. Me rindo ante el misterio de tu presencia y acepto tus planes para mi vida. Ayúdame a ser dócil a tu voluntad. Amén

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