"Tú lo dispusiste todo con medida, número y peso"
(Sabiduría 11, 20)
Hoy está muy en boga cursos de crecimiento personal, autoestima, relajación y todo un sinfín de talleres, libros, conferencias y referencias web que invitan a las personas a buscar formas y métodos de alcanzar la ARMONÍA interior, con la naturaleza y con su entorno social. Esto revela cuánta necesidad se está experimentando de estos temas.
Abordar el tema de la ARMONÍA pareciera redundar, llegar tarde o querer estar a la moda. Pero ciertamente no es así. Sólo pretendemos dar un pequeño aporte desde el punto de vista de los valores humanos y contribuir modestamente a no quedarnos en lo sentimental, esporádico o lo circunstancial de los cursos que nos manden desde la empresa o que los gustos del momento nos invitan.
La ARMONÍA estrictamente hablando no es un valor, sino más bien la presencia equilibrada de otros valores que proyectan a la persona humana como una persona serena, objetiva, madura y con gran dominio sobre sí mismo. ARMONÍA es la perfecta conjunción de las partes de un todo para lograr un fin único que muestra la realidad con toda su belleza.
En el lenguaje común se habla de armonía cuando hay combinación de sonidos, ritmos y acentos que resulta grato al oído. Decimos que un concierto o en una interpretación musical hubo armonía. En el ser humano es tener buen gusto, moderación, paz interior, concordia, orden, etc.
La ARMONÍA, abordada como valor humano, es belleza, equilibrio y medida. Por eso está reñida con lo estridente y lo chabacano. Una persona armónica es quien posee una justa jerarquía de valores y un orden en el amor: primero y sobretodo, Dios; luego la familia, los amigos, los compañeros de trabajo o comunidad, los compatriotas, etc.
La armonía produce paz, seguridad y confianza. Por eso hace al ser humano agradable y amable. Ayuda a la empatía entre las personas que se relacionan con el "armónico".
Una personalidad armónicamente desarrollada es aquella en la que todas las dimensiones humanas están en equilibrio: el cuerpo, el espíritu, los sentimientos, la mente, la sociabilidad. Igualmente en la propia vida se integran en un único proyecto lo personal, familiar y profesional. La sinergia entre esos factores produce un resultado maravilloso: efectividad y felicidad (al menos bienestar).
Conocí hace años a un amigo que me proyecta esas ideas de "armonía". En él siempre vi mezclados su vida académica, su espiritualidad, su vida social (aunque ésta última me consta que se le hizo o hace cuesta arriba, pero con su esfuerzo y sincera intención ha logrado resultados maravillosos).
Existe una armonía vivificante cuando se logra equilibrio entre el ser, hacer y tener. Cuando se cuidan los diversos roles que desempeñamos en la vida y ninguno de ellos crece a expensa del otro. Podríamos conocer personal o públicamente a personas que se han labrado muchos éxitos profesionales, pero en su vida privada o afectiva han ido de fracasos en fracasos o habernos topado con amigos que se han entregado con empeño a la familia, pero no han sido exitosos en la vida profesional. Estos ejemplos no son aleccionadores para tenerlos como imagen de la "armonía personal".
Otra área en donde podemos observar la armonía personal son los tópicos sociales: hay una forma de conducirse en las relaciones humanas, hay unas normas que respetar tanto en el actuar, en el hablar o en el vestir. Pues bien, hay "amornía personal" cuando no despreciamos esos elementos, pero tampoco renunciamos a nuestros propios estilos y a nuestra personalidad.
Seguramente alguna vez nos hemos sentido incómodos cuando hemos tenido que actuar ante los demás, por respetar una etiqueta; pero igual posiblemente hayamos puesto la cómica cuando nos hemos sobrepasado de "originales". La armonía se trasluce cuando hemos sido nosostros mismos, sin irrespetar a los demás ni el momento.
Finalmente, si a la armonía personal se le añade ritmo, vibración, energía, la vida se convierte en una aventura maravillosa. Una persona armónica no es una persona fastidiosa ni tediosa, sin metas ni ideales. Más bien el auténticamente armónico pone su alegría y entusiasmo, su trabajo y esfuerzo al servicio de un ideal que valga la pena. Así la vida es realmente apasionante, incluso en las dificultades vividas.
Algunas preguntas que pueden ayudarte a interiorizar sobre la ARMONÍA:
- ¿Sé armonizar mi trabajo y responsabilidades profesionales con mi hogar y la sana diversión?
- ¿Existe equilibrio entre lo que pienso y lo que siento?
- ¿Procuro mantenerme transparente y mostrarme tal como soy sin ser burdo o ramplón?
- ¿Soy objetivo al juzgarme o al juzgar a los demás?
- ¿Soy amable con los demás, sin llegar a ser adulante?
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