lunes, 11 de febrero de 2013

La Valentía del Papa


Introducción. El Código de Derecho Canónico, promulgado por su antecesor, Juan Pablo II, en 1983, contempla la posibilidad de que un papa dimita. En el capítulo 1º, de la sección primera, de la II Parte de la Constitución jerárquica de la Iglesia, canon 332, apartado dos, se señala: “Si el Romano Pontífice renunciase a su oficio, se requiere para la validez que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero no que sea aceptada por nadie”. Dicho en otras palabras, el Papa puede tomar la decisión soberana de dimitir por una razón justa, separarse del pontificado, en éste caso la disminución de la salud física.

En la historia. Benedicto XVI, que dejará el Pontificado el próximo 28 de febrero, no es el primer papa que renuncia en la historia de la Iglesia Católica, el último de los cuales fue Gregorio XII (1406-1415) en el siglo XV. El primero fue el papa Clemente I (del 88 al 97) quien renunció a favor de Evaristo, porque tras ser arrestado y condenado al exilio decidió que los católicos no se quedasen sin un guía espiritual. Igualmente, el papa Ponciano (230 al 235) dejó su cargo a favor del Papa Antero al haber sido enviado al exilio, mientras que el Papa Silverio (536 al 537) fue obligado a renunciar a favor del Papa Vigilio. Más complicada fue la historia de Benedicto IX (del 10 marzo al 1 de mayo de 1045), pues en un primer momento renunció a favor de Silvestre III y después retomó el cargo para pasarlo a Gregorio VI, quien fue acusado de haberlo adquirido ilegalmente y decidió también renunciar. El caso más conocido fue el del papa Celestino V, quien ha pasado a la historia como el pontífice del "gran rechazo", pues su pontificado duró del 29 de agosto al 13 de diciembre de 1294 y después se retiró a una vida de eremita. Tras su renuncia fue elegido Bonifacio VIII. El último papa que renunció fue Gregorio XII (1406 a 1415), que vivió el llamado Cisma de Occidente, en el que coincidieron tres papas al mismo tiempo: además de Gregorio XII, el papa de Roma; Benedicto XIII, el papa de Avignon, y el llamado "antipapa" Juan XXIII. Con el concilio de Constanza, el emperador Segismundo obligó a dimitir a los tres pontífices, pero sólo Gregorio XII obedeció y después de él fue elegido Martín V.

Las conjeturas humanas. No es para menos, el Papa como figura universal de la Iglesia, pareciera normal que desde el momento de su elección debe permanecer en su Sede pontificia hasta su muerte. Ante esta decisión libre y consiente del Papa, no faltaran las conjeturas de sus detractores, sus adversarios y los enemigos de la Iglesia, con el fin de sacar utilidad achacando cualquier otro motivo o razón de la renuncia del Papa. Hurgarán todos los archivos hasta el mínimo detalle con la simple pretensión de mal poner la decisión heroica del Papa.

Conclusión. No deja de causarnos sorpresa y asombro, quizá de momento
incertidumbre y posiblemente se tejen en nuestra mente una serie de interrogantes, pero es normal para los hombres y mujeres que amamos al Papa, no importa cuál sea su nombre. Ésta es la vida humana de la Iglesia tal cual como el Señor Jesús la fundó. Sin embargo, la Iglesia no es de un Papa o de una institución. La Iglesia es de Cristo y está confiada a la fuerza del Espíritu Santo, donde los bautizados cumplimos nuestra misión. Hoy podemos decir que el Papa Benedicto XVI ha sido valiente, fuerte y heroico. Vamos a unirnos más a él con nuestra oración, porque sabemos que si el grano de trino no muere no da fruto.

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