lunes, 27 de octubre de 2014

Escogió a doce y los llamó apóstoles



San Lucas 6,12-19

«Por aquellos días, Jesús se fue a un cerro a orar, y pasó toda la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a quienes llamó apóstoles.
Éstos fueron: Simón, a quien puso también el nombre de Pedro; Andrés, hermano de Simón; Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo; Simón, al que llamaban el celote, Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue quien traicionó a Jesús.
Jesús bajó del cerro con ellos y se detuvo en un llano. Se habían juntado allí muchos de sus seguidores y mucha gente de toda la región de Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón. Habían llegado para oír a Jesús y para que los curara de sus enfermedades. Los que sufrían a causa de espíritus impuros, también quedaban sanos. Así que toda la gente quería tocar a Jesús, porque los sanaba a todos con el poder que de él salía.»
Palabra del Señor
Gloria a Ti, Señor, Jesús

a) La elección de los apóstoles es un momento importante. Lucas recuerda que Jesús pasó la noche anterior en oración. El número doce (12) seguramente se debió a un motivo simbólico: uno por cada una de las doce tribus de Israel.

En esa lista aparecen los dos apóstoles que hoy recordamos: Simón Zelotes y Judas el de Santiago (o Tadeo). A todos “los nombró apóstoles”, o sea, “enviados”, “mensajeros”. Acerca de éste último, en algunas regiones o países, como en Venezuela, la devoción a San Judas es muy grande, como “patrono de las situaciones desesperadas”.

Cristo Jesús es el verdadero pastor, luz, guía y maestro de la humanidad y de la comunidad de sus seguidores. Él es el “apóstol”, el auténtico “enviado” de Dios. Él se basa nuestra fe cristiana y el edificio de la Iglesia.

Pero ha sido Él mismo quien ha querido que el grupo de los Doce fuera el fundamento visible de la comunidad, colaboradores suyos, evangelizadores. Que fueran pastores, guías, maestros: por eso quiso que convivieran con Él antes de enviarlos a su misión.

Nosotros formamos parte de una Iglesia que, no sólo tiene como punto de referencia a Cristo y a su Espíritu, sino que es “apostólica”, construida visiblemente sobre los apóstoles y sus sucesores, el colegio episcopal, con el Papa al frente. Las fiestas de los apóstoles, a lo largo del año, nos lo recuerdan y nos estimulan a avivar esta actitud de unidad eclesial.

b) Hay apóstoles conocidos y otros que lo son menos. A Simón y a Judas se les ve en los últimos lugares de las listas de apóstoles. Además, a Simón Cananeo le “hace sombra” otro Simón más famoso, Simón Pedro. Y Judas Tadeo corre el peligro de ser confundido con otro Judas, el Iscariote, el traidor.

Pero lo principal es que fueron llamados por Jesús, le siguieron, estuvieron con él y luego dieron valiente testimonio, como el resto de los apóstoles, de su fe y, adoctrinados por el Espíritu, predicaron la fe en Cristo al mundo.

No importa mucho si son abundantes o no nuestros talentos y si es muy notorio nuestro puesto en la comunidad. Podemos tener muchas o pocas cualidades humanas, oratorias u organizativas. No todos tienen madera de líderes, ni traza de fundadores o de constructores de grandes obras.  Pero debemos saber colaborar también desde la sombra, con espíritu de Iglesia.

Lo importante es que, en la comunidad, cada uno aporte su granito de arena, para que nuestro mundo sea iluminado y fermentado por la Buena Noticia de la amor de Dios, que se nos ha manifestado en Cristo Jesús.

c) El mundo tiene necesidad de ti, Señor: envía a tus apóstoles a personas capaces de representarte y de hablar en tu nombre con un extremo valor en cualquier situación.

El mundo tiene necesidad de ti, Señor: te pedimos, con todo el corazón, que tu Iglesia, de una manera valerosa y humilde, se haga portavoz tuyo y te proclame ante toda la humanidad como el único Señor y Salvador. Amén.

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