martes, 1 de noviembre de 2016

Marcos 5, 1-20


Espíritu Santo, concédenos el don del entendimiento para que descubramos las riquezas de tus enseñanzas en la Palabra revelada. Que esa Palabra nos libere de nuestras ataduras y pecados.

Marcos 5, 1-20

1 Llegaron a la otra orilla del lago, que es la región de los gerasenos. 2 Apenas había bajado Jesús de la barca, un hombre vino a su encuentro, saliendo de entre los sepulcros, pues estaba poseído por un espíritu malo.
3 El hombre vivía entre los sepulcros, y nadie podía sujetarlo ni siquiera con cadenas. 4 Varias veces lo habían amarrado con grillos y cadenas, pero él rompía las cadenas y hacía pedazos los grillos, y nadie lograba dominarlo. 5 Día y noche andaba por los cerros, entre los sepulcros, gritando y lastimándose con piedras.
6 Al divisar a Jesús, fue corriendo y se echó de rodillas a sus pies. 7 Entre gritos le decía: «¡No te metas conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo! Te ruego por Dios que no me atormentes.» 8 Es que Jesús le había dicho: «Espíritu malo, sal de este hombre.» 9 Cuando Jesús le preguntó: «¿Cómo te llamas?», contestó: «Me llamo Multitud, porque somos muchos.» 10 Y rogaban insistentemente a Jesús que no los echara de aquella región.
11 Había allí una gran piara de cerdos comiendo al pie del cerro. 12 Los espíritus le rogaron: «Envíanos a esa piara y déjanos entrar en los cerdos.» Y Jesús se lo permitió. 13 Entonces los espíritus impuros salieron del hombre y entraron en los cerdos; en un instante las piaras se arrojaron al agua desde lo alto del acantilado y todos los cerdos se ahogaron en el lago. 14 Los cuidadores de los cerdos huyeron y contaron lo ocurrido en la ciudad y por el campo, de modo que toda la gente fue a ver lo que había sucedido.
15 Se acercaron a Jesús y vieron al hombre endemoniado, el que había estado en poder de la Multitud, sentado, vestido y en su sano juicio. Todos se asustaron. 16 Los testigos les contaron lo ocurrido al endemoniado y a los cerdos, 17 y ellos rogaban a Jesús que se alejara de sus tierras.
18 Cuando Jesús subía a la barca, el hombre que había tenido un demonio le pidió insistentemente que le permitiera irse con él. 19 Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a tu casa con los tuyos y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y cómo ha tenido compasión de ti.» 20 El hombre se fue y empezó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; y todos quedaban admirados.
Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor, Jesús

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a) Después de calmar la tempestad en la escena de ayer, esta vez el milagro de Jesús sucede en territorio pagano, Gerasa o Gadara: libera a un enfermo de su posesión diabólica. Se acumulan los detalles que simbolizan el poder del mal: en tierra extranjera, un enfermo poseído por el demonio, que habita entre tumbas, y el destino de la legión de demonios a los cerdos, los animales inmundos por excelencia para los judíos.

Seguramente quiere subrayar que Jesús es el dominador del mal o del maligno. En su primer encuentro con paganos -abandona la tierra propia y se aventura al extranjero en una actitud misionera- Jesús libera al hombre de sus males corporales y anímicos. Parece menos importante el curioso final de la piara de cerdos y la consiguiente petición de los campesinos de que abandone sus tierras este profeta que hace cosas tan extrañas.

b) La Iglesia ha sido encargada de continuar este poder liberador, la lucha y la victoria contra todo mal. Para eso anuncia la Buena Nueva y celebra los sacramentos, que nos comunican la vida de Cristo y nos reconcilian con Dios. A veces esto lo tiene que hacer en terreno extraño: con valentía misionera, adentrándose entre los paganos, como Jesús, o dirigiéndose a los neopaganos del mundo de hoy. También con los marginados, a los que Jesús no tenía ningún reparo en acercarse y tratar, para transmitirles su esperanza y su salvación. Después del encuentro con Jesús, el enfermo de Gerasa quedó «sentado, vestido y en su juicio».

Todos necesitamos ser liberados de la legión de malas tendencias que experimentamos: orgullo, sensualidad, ambición, envidia, egoísmo, violencia, intolerancia, avaricia, miedo.

Jesús quiere liberarnos de todo mal que nos aflige, si le dejamos. ¿De veras queremos ser salvados? ¿Decimos con seriedad la petición: «líbranos del mal»? ¿O tal vez preferimos no entrar en profundidades y le pedimos a Jesús que pase de largo en nuestra vida?

En Gerasa los demonios le obedecieron, como le obedecían las fuerzas de la naturaleza. Pero los habitantes del país, por intereses económicos, le pidieron que se marchara. El único que puede resistirse a Cristo es siempre la persona humana, con su libertad. ¿Nos resistimos nosotros, o nos dejamos liberar de nuestros demonios?
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Ayúdame y libérame, Señor, de mis cadenas, no de las que puedo romper en un ímpetu de rabia, sino de esas otras interiores del pecado, que tal vez no consigo reconocer ni siquiera ver, pero que son el verdadero enemigo de quien sólo tú me salvas. Amén

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