lunes, 28 de noviembre de 2016

Marcos 6, 35-44


Espíritu de Dios, ilumínanos en este encuentro con tu Palabra, para que ella sea alimento espiritual y lo sepamos multiplicar a los demás

Marcos 6, 35-44

35 Se había hecho tarde. Los discípulos se le acercaron y le dijeron: «Estamos en un lugar despoblado y ya se ha hecho tarde; 36 despide a la gente para que vayan a las aldeas y a los pueblos más cercanos y se compren algo de comer.»
37 Jesús les contestó: «Denles ustedes de comer.» Ellos dijeron: «¿Y quieres que vayamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para dárselo?» 38 Jesús les dijo: «¿Cuántos panes tienen ustedes? Vayan a ver.» Volvieron y le dijeron: «Hay cinco, y además hay dos pescados.»
39 Entonces les dijo que hicieran sentar a la gente en grupos sobre el pasto verde. 40 Se acomodaron en grupos de cien y de cincuenta. 41 Tomó Jesús los cinco panes y los dos pescados, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Asimismo repartió los dos pescados entre todos.
42 Comieron todos hasta saciarse; 43 incluso se llenaron doce canastos con los pedazos de pan, sin contar lo que sobró de los pescados. 44 Los que habían comido eran unos cinco mil hombres.
Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor, Jesús

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a) Una de las manifestaciones más amables y expresivas de la misión mesiánica de Jesús fue la multiplicación de los panes. Se compadece de la gente: andan como ovejas sin pastor. Jesús está cerca de los que sufren, de los que buscan. No está alejado del pueblo, sino en medio de él. Como nuevo Moisés, da de comer a los suyos en el desierto. Su amor es concreto, comprensivo de la situación de cada uno. Da de comer y predica el Reino, alivia los sufrimientos anímicos y los corporales. Y a la vez evangeliza.

b) Tenemos un espejo bien cercano: el de Cristo Jesús, tal como aparece ya en sus primeras intervenciones como misionero del Reino, y como seguirá a lo largo de todas las páginas del evangelio. Siempre atiende a los sufren.

Siempre tiene tiempo para los demás. Nunca pasa al lado de uno que sufre sin dedicarle su presencia y su ayuda. Hasta que al final entregue su vida por todos.

El amor es entrega: Dios que entrega a su Hijo, Cristo Jesús que se entrega a sí mismo en la cruz. ¿Cómo es nuestro amor a los hermanos? ¿Somos capaces de entregarnos por los demás? ¿O termina nuestro amor apenas decrece el interés o empieza el sacrificio?

El pan multiplicado que nos ofrece cada día Cristo Jesús es su Cuerpo y su Sangre. Él ya sabía que nuestro camino no iba a ser fácil. Que el cansancio, el hambre y la sed iban a acosarnos a lo largo de nuestra vida. Y quiso ser él mismo nuestro alimento. El Señor Resucitado se identifica con ese pan y ese vino que aportamos al altar y así se convierte en Pan de Vida y Vino de salvación para nosotros. Nunca agradeceremos y aprovecharemos bastante la entrega eucarística de Jesús a los suyos.

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Señor, gracias por alimentarnos diariamente con el pan de tu Palabra. Gracias por el alimento y el pan de cada día, pero sobre todo gracias por el Pan de de tu Cuerpo y de tu Sangre. Haz que tengamos siempre hambre y sed de Ti. Amén

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