martes, 2 de septiembre de 2014

Jesús enseña y sana con autoridad


San Lucas 4,31-37


«Jesús fue a Cafarnaúm, un pueblo de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente. Y la gente se admiraba de cómo les enseñaba, porque hablaba con plena autoridad. 

En la sinagoga había un hombre que tenía un demonio o espíritu impuro, el cual gritó con fuerza: —¡Déjanos! ¿Por qué te metes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco, y sé que eres el Santo de Dios. 

Jesús reprendió a aquel demonio, diciéndole: 

—¡Cállate y deja a este hombre! Entonces el demonio arrojó al hombre al suelo delante de todos, y salió de él sin hacerle ningún daño. Todos se asustaron, y se decían unos a otros: 

—¿Qué palabras son éstas? Con toda autoridad y poder este hombre ordena a los espíritus impuros que salgan, ¡y ellos salen! 

Y se hablaba de Jesús por todos los lugares de la región.» 

Palabra del Señor 

Gloria a Ti, Señor, Jesús 


a) “Jesús enseñaba... Estaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad”. No dice cosas vacías ni sin vida, sino que del fondo de sí mismo surge un pensamiento magistral revestido de autoridad... y que, más que apoyarse en tradiciones de escuela, apela directamente a la conciencia de sus interlocutores. 


Jesús se encontró en la sinagoga a un hombre poseído por un espíritu inmundo. Un hombre "no libre"... "alienado"... (de “alien”, que vive la vida de otro dentro, es decir que no tiene vida propia). ¡El demonio es siempre hoy el que gravita sobre la libertad del hombre, para encadenarlo, para "poseerlo"!


"Sé muy bien quién eres: el "Santo", el "Santo de Dios." Jesús es conocido por ese demonio. “Jesús le intimó: "¡Cállate la boca y sal de ese hombre!" El demonio tiró al hombre por tierra en medio de los asistentes y salió de él sin hacerle ningún daño”. Tal es el primer milagro relatado por los sinópticos. Una liberación. Un hombre "encadenado" que es libertado de la malévola influencia que pesaba sobre él. Un hombre que vuelve a ser normal, que vuelve a ser un hombre. "Sin hacerle ningún daño"... La fuerza malévola es verdaderamente dominada. El demonio ha encontrado a otro más fuerte que él. Tal es Jesús. Desde el primer día. Un Salvador. La autoridad de Jesús no es sólo por su manera de enseñar, sino que su palabra está acompañada por signos. Sana a un hombre poseído y eso impacta en sus oyentes. Por eso su fama se extendía por toda la región. 


b) Al contemplar a Jesús como maestro que enseña, al oírlo o leerlo todos los días a través de su Palabra, debiéramos dejarnos   fascinar por su palabra soberana y convertirnos en mejores oyentes suyo. ¿Qué actitud asumo ante su Palabra? ¿Le escucho atentamente y con interés?


Podemos también acudir a Jesús hoy para pedirle que nos libere de la acción del demonio, por ello debemos preguntarnos ¿Cuáles son mis alienaciones? ¿Qué es lo que me encadena? ¿Cuál es el mal que pesa sobre mi libertad? Costumbres o hábitos, pecados, aficiones... "La alternativa es clara: o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas y se hace desgraciado” (Catecismo 2339). 


Hoy también Jesús "está de moda". La opinión pública le es favorable. Pero, ¿sabremos ir más allá de las publicidades superficiales para descubrirle, a Él, en el secreto de su Persona viviente? 


c) Te agradezco, Señor, por tu presencia en mi vida. Quiero vivir completamente entregado a Ti. Ayúdame a luchar contra las insidias del enemigo, y a ser coherente con el camino que Tú me llamas a vivir, aceptando siempre las alegrías y cruces que vendrán en el camino. Amén 



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