miércoles, 17 de septiembre de 2014

Siempre críticos


San Lucas 7,31-35


«¿A qué, entonces, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes? Son semejantes a los muchachos que se sientan en la plaza y se llaman unos a otros, y dicen: 'Les tocamos la flauta, y no bailaron; cantamos canciones tristes, y no lloraron.' Porque ha venido Juan el Bautista, que no come pan, ni bebe vino, y ustedes dicen: 'Tiene un demonio.' Ha venido el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: 'Miren, un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores.' Pero la sabiduría es justificada por todos sus hijos.»

Palabra del Señor 

Gloria a Ti, Señor, Jesús 


a) El episodio de los niños que invitan con su música a otros niños no se puede entender sin hacer referencia a la escena anterior, que no se ha leído en esta selección de lecturas: el pasaje en que Jesús alaba a Juan Bautista y se lamenta de que algunos, los fariseos y escribas, no le aceptan.


Por tanto, no acogen bien ni a Juan ni a Jesús. Uno es austero. El otro, come y bebe con normalidad. Pero hay siempre excusas para no dar crédito a su mensaje. Al uno le tildan de fanático. Al otro, de comilón y "amigo de pecadores". Aunque haya curado al criado del centurión y resucitado al hijo de la viuda de Naín, no le aceptan.


La comparación de los dos grupos de niños es expresiva: ni con música alegre ni con triste consiguen unos que los otros colaboren. Cuando no se quiere a una persona, se encuentran con facilidad excusas para no hacer caso de lo que nos propone.


b) Eso mismo nos puede pasar a nosotros.


A la comunidad cristiana -desde sus responsables últimos, el Papa o los Obispos, hasta cualquier familia- se le rechaza muchas veces, desacreditándola por cualquier motivo. Hay personas siempre críticas, con mecanismos de defensa contra todo. Como decía Jesús de los fariseos, ni entran ni dejan entrar. En el fondo, lo que pasa es que resulta incómodo el testimonio de alguien y por eso se le persigue o se le ridiculiza. Es muy antiguo eso de no creer y de no aceptar lo que Cristo o su Iglesia proponen.


Pero también, por desgracia, podemos hacer lo mismo nosotros con los demás. Cuando no nos interesa aceptar un mensaje, sacamos excusas -a veces ridículas o contradictorias- para justificar de alguna manera nuestra negativa a aceptarlo. Eso puede pasar en nuestra vida de cada día, en esa sutil y complicada relación interpersonal que sucede en toda vida comunitaria: si nos toman mucho en cuenta mal, pero si no nos toman en cuenta peor. Podemos llegar a ser caprichosos en extremo en nuestras reacciones de cerrazón y sordera voluntaria, a veces por un instinto continuado de contradicción a lo que dicen los demás.


Ya dijo Jesús que sólo "los discípulos de la Sabiduría" entienden estas cosas, los de corazón sencillo y humilde, los que no están llenos de sí mismos.


c) Señor, te suplico que nos liberes de un corazón endurecido que me lleve a ser siempre crítico ante todo. Dame un corazón sencillo, con el don de la sabiduría, para estar abiertos de forma audaz a las correcciones que vengan de ti y de mis hermanos. Señor, dame un corazón como el tuyo. 



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