sábado, 15 de octubre de 2016

Marcos 2, 13-17


Señor, tú me has llamado. Queremos escuchar tu voz y seguirte con alegría y generosidad.

Marcos 2, 13-17

13 Jesús salió otra vez por las orillas del lago; todo el mundo venía a verlo y él les enseñaba. 14 Mientras caminaba, vio al que estaba sentado en la aduana. Era Leví, hijo de Alfeo. Jesús le dijo: «Sígueme.» Y él se levantó y lo siguió.
15 Jesús estuvo comiendo en la casa de Leví, y algunos cobradores de impuestos y pecadores estaban sentados a la mesa con Jesús y sus discípulos; en realidad eran un buen número. Pero también seguían a Jesús 16 maestros de la Ley del grupo de los fariseos y, al verlo sentado a la misma mesa con pecadores y cobradores de impuestos, dijeron a los discípulos: «¿Qué es esto? ¡Está comiendo con publicanos y pecadores!»
17 Jesús los oyó y les dijo: «No es la gente sana la que necesita médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.» Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor, Jesús.
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a) La llamada que hace Jesús a Mateo (a quien Marcos llama Leví) para ser su discípulo, ocasiona la segunda confrontación con los fariseos. Antes le habían atacado porque se atrevía a perdonar pecados. Ahora, porque llama a publicanos y además come con ellos.

Es interesante ver cómo Jesús no aprueba las clasificaciones corrientes que en su época originaban la marginación de tantas personas. Si leíamos que tocó y curó a un leproso, ahora se acerca y llama como seguidor suyo nada menos que a un recaudador de impuestos, un publicano, que además ejercía su oficio a favor de los romanos, la potencia ocupante. Un «pecador» según todas las convenciones de la época. Pero Jesús le llama y Mateo le sigue inmediatamente.

Ante la reacción de los fariseos, encerrados en su autosuficiencia y convencidos de ser los perfectos, Jesús afirma que «no necesitan médico los sanos, sino los enfermos; no he venido a llamar justos, sino pecadores».

Es uno de los mejores retratos del amor misericordioso de Dios, manifestado en Cristo Jesús. Con una libertad admirable, él va por su camino, anunciando la Buena Noticia a los pobres, atendiendo a unos y otros, llamando a «pecadores» a pesar de que prevé las reacciones que va a provocar su actitud. Cumple su misión: ha venido a salvar a los débiles y los enfermos.

b) A todos los que no somos santos nos consuela escuchar estas palabras de Jesús. Cristo no nos acepta porque somos perfectos, sino que nos acoge y nos llama a pesar de nuestras debilidades y de la fama que podamos tener. El ha venido a salvar a los pecadores, o sea, a nosotros.

También nos debe estimular este evangelio a no ser como los fariseos, a no creernos los mejores, escandalizándonos por los defectos que vemos en los demás. Sino como Jesús, que sabe comprender, dar un voto de confianza, aceptar a las personas como son y no como quería que fueran, para ayudarles a partir de donde están a dar pasos adelante.

A todos nos gusta ser jueces y criticar. Tenemos los ojos muy abiertos a los defectos de los demás y cerrados a los nuestros. Cristo nos va a ir dando una y otra vez en el evangelio la lección de la comprensión y de la tolerancia.

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Señor, Dios de verdad, penetra las profundidades de nuestro ser para acabar con la mentira que no queremos rechazar. Reconocernos pecadores. Cristo, Dios de misericordia, pasa hoy por nuestra vida y míranos: sentados, atados a nuestros mezquinos intereses, Ven a compartir la mesa de nuestra vida cotidiana y danos plena confianza en ti y en tu plan de salvación. Amén 

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