Espíritu Santo, ven en este momento a nuestro corazón e infúndenos el
don de la sabiduría para comprender el mensaje que me tienes reservado con tu
Palabra.
Marcos 2, 18-22
18 Un día estaban ayunando los discípulos de Juan
el Bautista y los fariseos. Algunas personas vinieron a preguntar a Jesús: «Los
discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan; ¿por qué no lo hacen los
tuyos?» 19 Jesús les contestó: «¿Quieren ustedes que los
compañeros del novio ayunen mientras el novio está con ellos? Mientras tengan
al novio con ellos, claro que no pueden ayunar. 20 Pero llegará el
momento en que se les arrebatará el novio, y entonces ayunarán.
21 Nadie remienda un vestido viejo con un pedazo de género nuevo, porque
la tela nueva encoge, tira de la tela vieja, y se hace más grande la rotura. 22 Y nadie echa vino nuevo en envases de cuero viejos, porque el vino haría
reventar los envases y se echarían a perder el vino y los envases. ¡A vino nuevo,
envases nuevos!» Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor, Jesús.
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a)
Nos encontramos con un tercer motivo de enfrentamiento de Jesús con los
fariseos: después del perdón de los pecados y la elección de un publicano,
ahora murmuran porque los discípulos de Jesús no ayunan. Los argumentos suelen
ser más bien flojos. Pero muestran la oposición creciente de sus enemigos.
Los
judíos ayunaban dos veces por semana -los lunes y jueves- dando a esta práctica
un tono de espera mesiánica. También el ayuno del Bautista y sus discípulos
apuntaba a la preparación de la venida del Mestas. Ahora que ha llegado ya,
Jesús les dice que no tiene sentido dar tanta importancia al ayuno.
Con
unas comparaciones muy sencillas y profundas se retrata a sí mismo:
-
él es el Novio y por tanto, mientras esté el Novio, los discípulos están de
fiesta; ya vendrá el tiempo de su ausencia, y entonces ayunarán;
-
él es la novedad: el paño viejo ya no sirve; los odres viejos estropean el vino
nuevo.
El
vino nuevo es el evangelio de Jesús. Los odres viejos, las instituciones judías
y sobre todo la mentalidad de algunos. La tradición -lo que se ha hecho siempre-
es más cómoda. Pero los tiempos mesiánicos exigen la incomodidad del cambio y
la novedad. Los odres nuevos son la mentalidad nueva, el corazón nuevo. Lo que
les costó a Pedro y los apóstoles aceptar el vino nuevo, hasta que lograron
liberarse de su formación anterior y aceptar la mentalidad de Cristo, rompiendo
con los esquemas humanos heredados.
b)
El ayuno sigue teniendo sentido en nuestra vida de seguidores de Cristo.
Tanto
humana como cristianamente nos hace bien a todos el saber renunciar a algo y
darlo a los demás, saber controlar nuestras apetencias y deseos de cosas del
mundo que no son precisamente las más necesarias. Por penitencia. Por terapia
purificadora. Y porque estamos en el tiempo en que la Iglesia «no ve» a su
Esposo: estamos en el tiempo de su ausencia visible, en la espera de su
manifestación final.
Ahora
bien, este ayuno no es un «absoluto» en nuestra fe. Lo primario es la fiesta,
la alegría, la gracia y la comunión. También el amor supone muchas veces
renuncia y ayuno. Pero este ayuno no debe disminuir el tono festivo, de
alegría, de celebración nupcial de los cristianos con Cristo, el Novio.
El
cristianismo es fiesta y comunión. Cristo quien se compara a sí mismo con el
Novio que ama a su Esposa, la Iglesia. Y eso provoca alegría, no tristeza.
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Señor, Jesús, que no me aferre yo a las cosas que creo importantes.
Ayúdame a comprender que lo más necesario es el amor, a Ti y a los hermanos.
Que amando, sepa renunciar a mis comodidades y egoísmos. Amén
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