Espíritu de Dios, concédeme tu
sabiduría para que la Palabra de Dios que escucharé y meditaré hoy, se
convierta en vida y en luz para los demás
Marcos 4, 21-25
21 Jesús les dijo también: «Cuando llega la luz, ¿debemos ponerla bajo un
macetero o debajo de la cama? ¿No la pondremos más bien sobre el candelero? 22 No hay cosa secreta
que no deba ser descubierta; y si algo ha sido ocultado, será sacado a la luz. 23 El que tenga oídos
para escuchar, que escuche.»
24 Les dijo también: «Presten atención a lo que escuchan. La medida con
que ustedes midan, se usará para medir lo que reciban, y se les dará mucho más
todavía. 25 Sépanlo bien: al que produce se le dará más, y al que no produce se le
quitará incluso lo que tiene.»
Palabra
del Señor. Gloria a Ti, Señor, Jesús
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a)
Otras dos parábolas o comparaciones de Jesús nos ayudan a entender cómo es el
Reino que él quiere instaurar.
La
del candelero, que está pensado para que ilumine, no para que quede escondido.
Es él, Cristo Jesús, y su Reino, lo primero que no quedará oculto, sino
aparecerá como manifestación de Dios. El que dijo «yo soy la Luz».
La
de la medida: la misma medida que utilicemos será usada para nosotros y con
creces.
Los
que acojan en sí mismos la semilla de la Palabra se verán llenos, generosamente
llenos, de los dones de Dios. Sobre todo al final de los tiempos experimentarán
cómo Dios recompensa con el ciento por uno lo que hayan hecho.
b)
Esto tiene también aplicación a lo que se espera de nosotros, los seguidores de
Cristo. Si él es la Luz y su Reino debe aparecer en el candelero para que todos
puedan verlo, también a nosotros nos dijo: «ustedes son la luz del mundo» y
quiso que ilumináramos a los demás, comunicándoles su luz.
Creer
en Cristo es aceptar en nosotros su luz y a la vez comunicar con nuestras
palabras y nuestras obras esa misma luz a una humanidad que anda siempre a
oscuras. Pero ¿somos en verdad luz? ¿Iluminamos, comunicamos fe y esperanza a
los que nos están cerca? ¿Somos signos y sacramentos del Reino en nuestra familia
o comunidad o sociedad? ¿O somos opacos, «malos conductores» de la luz y de la
alegría de Cristo?
En
la celebración del Bautismo, y luego en su anual renovación en la Vigilia
Pascual, la vela de cada uno, encendida del Cirio Pascual, es un hermoso
símbolo de la luz que es Cristo, que se nos comunica a nosotros y que se espera
que luego se difunda a través nuestro a los demás. No podemos esconderla.
Tenemos que dar la cara y testimoniar nuestra fe en Cristo.
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Señor,
danos ánimo para que no seamos tímidos anunciadores de tu Palabra, para que
nuestras preocupaciones no hagan sombra a la luz, para que nuestra pereza no
nos lleve a mantener escondido el anuncio de salvación que nos has confiado.
Amén
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