Señor, dispon
nuestros oídos a la escucha atenta y efectivamente de tu Palabra. Queremos
escuchar tu voz y seguirte más de cerca
Marcos
3,13-19
13 Jesús subió al monte y llamó a los que él quiso, y se reunieron con
él. 14 Así
instituyó a los Doce (a los que llamó también apóstoles), para que estuvieran
con él y para enviarlos a predicar, 15 dándoles poder para echar demonios.
16 Estos son los Doce: Simón, a quien puso por nombre Pedro; 17 Santiago y su hermano Juan,
hijos de Zebedeo, a quienes puso el sobrenombre de Boanerges, es decir, hijos
del trueno; 18 Andrés,
Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, el hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el
Cananeo 19 y
Judas Iscariote, el que después lo traicionó.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús
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a) Marcos nos cuenta la elección de los doce
apóstoles.
Por una parte está la multitud que oye con gusto la
predicación de Jesús y se aprovecha de sus milagros. Por otra, los discípulos,
que creen en él y le van reconociendo como el Mesías esperado. Ahora,
finalmente, él elige a doce, que a partir de ahora le seguirán y estarán con él
en todas partes.
Apóstol, en griego, significa «enviado». Estos doce
van a convivir con él y los enviará luego a predicar la Buena Noticia, con
poder para expulsar demonios, como ha hecho él. O sea, van a compartir su
misión mesiánica y serán la base de la comunidad eclesial para todos los
siglos.
El número de doce no es casual: es evidente su
simbolismo, que apunta a las doce tribus de Israel. La Iglesia va a ser desde
ahora el nuevo Israel, unificado en torno a Cristo Jesús.
b) «Llamó a los que quiso». Es una elección
gratuita. También a nosotros nos ha elegido gratuitamente para la fe cristiana
o para la vocación religiosa o para el ministerio sacerdotal.
En línea con esa lista de los doce, estamos también
nosotros. No somos sucesores de los Apóstoles -como los obispos- pero sí
miembros de una comunidad que forma la Iglesia «apostólica».
No nos elige por nuestros méritos, porque somos los
más santos ni los más sabios o porque estamos llenos de cualidades humanas.
Probablemente también entre nosotros hay personas
débiles, como en aquellos primeros doce: uno resultó traidor, otros le
abandonaron en el momento de crisis, y el que él puso como jefe le negó
cobardemente. Nosotros seguro que también tenemos momentos de debilidad, de
cobardía o hasta de traición. Pero siempre deberíamos confiar en su perdón y
renovar nuestra entrega y nuestro seguimiento, aprovechando todos los medios
que él nos da para ir madurando en nuestra fe y en nuestra vida cristiana.
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Señor Jesús,
gracias por haberme llamado a ser tu discípulo. Haz que sea fiel seguidor tuyo
y no permites que me aleje de ti. Amén.
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