sábado, 15 de octubre de 2016

Marcos 2,23-28


Ven Espíritu de Dios en este momento que de lectura de tu Palabra. Danos el don del entendimiento para descubrir la riqueza de tu Palabra y lo maravilloso de tu mensaje liberador.

Marcos 2, 23-28

23 Un sábado Jesús pasaba por unos sembrados con sus discípulos. Mientras caminaban, los discípulos empezaron a desgranar espigas en sus manos. 24 Los fariseos dijeron a Jesús: «Mira lo que están haciendo; esto está prohibido en día sábado.»
25 El les dijo: «¿Nunca han leído ustedes lo que hizo David cuando sintió necesidad y hambre, y también su gente? 26 Entró en la Casa de Dios, siendo sumo sacerdote Abiatar, y comió los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes; y les dio también a los que estaban con él.» 27 Y Jesús concluyó: «El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. 28 Sepan, pues, que el Hijo del Hombre también es dueño del sábado.» Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor, Jesús.
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a) Ayer el motivo del altercado fue el ayuno. Hoy, una institución intocable del pueblo de Israel: el sábado.

El recoger espigas era una de formas de violar el sábado. ¿Es lógico criticar que en sábado se tomen unas espigas y se coman? Jesús aplica un principio fundamental para todas las leyes: «El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado».

Trae como argumento la escena en que David come y da de comer a sus soldados hambrientos los «panes presentados», de alguna manera sagrados. El hombre está siempre en el centro de la doctrina de Jesús.

Además Jesús lanza valientemente una de aquellas afirmaciones suyas que tan nerviosos ponían a sus enemigos: «El Hijo del Hombre es señor también del sábado». No es que Jesús haya venido a abolir la ley, pero si darle pleno sentido.

b) También nosotros podemos caer en unas interpretaciones exageradas de lo que está mandado.

La ley es buena y necesaria. La ley es, en realidad, el camino para llevar a la práctica el amor. Pero por eso mismo no debe ser absolutizada. El sábado -para nosotros el domingo- está  pensado para el bien del hombre. Es un día en que nos encontramos con Dios, con la comunidad, con la naturaleza y con nosotros mismos. El descanso es un gesto profético que nos hace bien a todos, para huir de la esclavitud del trabajo o de la carrera consumista. El día del Señor también es día del hombre, con la Eucaristía como momento privilegiado.

Pero tampoco nosotros debemos absolutizar el «cumplimiento» del domingo hasta perder de vista su espíritu y su intención humana y cristiana. Debemos ver en el domingo sus «valores» más que el «precepto», aunque también éste exista y siga vigente. Las cosas no son importantes porque están mandadas. Están mandadas porque representan valores importantes para la persona y la comunidad.

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Señor, Jesús, que sepamos valorar tu Palabra y tus mandatos. Que no pongamos como un absoluto nuestras ideas y teorías. El único que es Absoluto eres tú mismo Danos siempre hambre y sed de ti. Amén. 

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